La Unidad de Alcohólicos advierte de que la edad media de los usuarios se rebajó en diez años

La Unidad de Alcohólicos advierte de que la edad media de los usuarios se  rebajó en diez años
El equipo de Utaca, delante de la deteriorada fachada de su sede de O Birloque | patricia g. fraga

Llevan casi cincuenta años en la ciudad. La Unidad de Tratamento do alcol e condutas adictivas (Utaca) atiende a casi mil personas al año y lo hace desde unas humildes instalaciones municipales en el barrio de O Birloque. “Esperábamos poder hablar con el alcalde de esto, pero llevamos tres años esperando a que nos reciba”, señala Ignacio Bedoya, el gerente de Utaca. A pesar de las limitaciones que sufren, atienden cada año a 400 nuevos casos, 169 de los cuales son recaídas. 
“Las adicciones más comunes son el alcoholismo, el tabaquismo, los psicofármacos y cannabis”, señala Niceto González, psicólogo clínico. Todas ellas, excepto el hachís, son sustancias legales, que son las que tratan ellos, pero el alcoholismo es el principal problema que sufren los que llaman a su puerta. En las adicciones hay un componente predominantemente masculino, pero cada vez son más las mujeres que las padecen, de manera que el 25% de sus pacientes son ahora femeninas cuando hace 25 años la proporción era de 14 a una. También señalan que la edad media de los que acuden a pedir ayuda se ha rebajado en los últimos diez años. Si antes era entre 45 y 55 años, ahora suelen tener entre 35 y 45 años. “No sabemos si es malo o bueno. Podría ser que ahora se den cuenta del problema antes, pero te indica que empiezan antes a dar problemas”, advierten.
Además, han cambiado las pausas en la que la gente consume. Antes el bebedor diario era de tipo mediterráneo, que come con vino, pero lo que se está imponiendo es otro modelo, en el que lo que se busca es beber en exceso para conseguir embriagarse. Al cambiar las pautas de consumo, cambia el perfil de la gente que recurre a su ayuda. Los bebedores que acudían al alcohol como anestésico eran sobre todo femeninos pero a raíz de la crisis entraron en esa pauta de comportamiento muchos hombres, “quizá porque tenían cosas que olvidar”, sugiere González.
Sin un estudio a nivel local 
Es una asociación de carácter singular, la única área de referencia en toda su provincia pero denuncian que la financiación es muy desproporcionada entre drogas legales e ilegales. “El alcohol en sí no es ni bueno ni malo, pero es una sustancia peligrosa, y hay que educar en el consumo responsable”, comenta su compañero Manuel Lage, también psicólogo clínico, que añade que eso excluye el botellón, del que no existen datos: “Nadie quiere afrontarlo. Y estaríamos muy interesados pero no nos sentimos apoyados para un estudio verdad”. El primer paso es la valoración “psicosocial”, porque no todo el mundo está en las mismas condiciones. Los hay que ni siquiera quieren de verdad dejar la botella: “La gente acude para que no le deje su mujer, o para que el juez no le mande a Teixeiro”, aseguran. Otros ya han sido condenados a trabajos en beneficio de la comunidad. 
El tratamiento siempre es personalizado, y acuden a consulta individual y/o en grupo. Pasan por el médico, psicólogo y trabajador social con más o menos frecuencia: si está deprimido, se le medica, si perdió el trabajo, la trabajadora social, María Luisa Pardal, buscará los recursos necesarios para que salga a flote.
Les gustaría reformar el viejo edificio, que sufre graves problemas de aislamiento (“las ventanas parecen estar de adorno”, añade González), con un sistema eléctrico defectuoso y humedades por todas partes. “Cuando vienen aquí miran las paredes y dicen ‘¿A dónde llegué?’. Es ponerle una traba más en una situación ya mala”, comenta Lage. l

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