Una interina denuncia que la Universidad “amaña” las plazas docentes en Sociología

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m. pérez > a coruña
  Romina Prado “sufre” por el acoso al que asegura la somete la Universidad desde hace dos años. Esta profesora interina, que en 2006 salió de la facultad de Sociología con el premio nacional de fin de carrera bajo el brazo, lamenta que desde 2009, cuando quiso presentarse a una plaza fija en la entidad educativa, su vida va “de mal en peor”. La situación se generó cuando decidió denunciar que las comisiones que se encargan de designar a quien obtiene los mencionados contratos “están amañadas”.
Explica que hubo gente que la avisó de la situación durante el proceso y fue entonces cuando advirtió las anomalías: “Me di cuenta porque vi personas por encima de mí en las listas que sabía que tenían menos experiencia, menos puntos y menos méritos que yo”. Fue entonces cuando, aconsejada por un compañero, solicitó ver los currículos de sus rivales en el concurso y se percató de que algunos de esos beneficios no habían sido acreditados documentalmente.
Por ese motivo decidió llevar el asunto ante los juzgados aunque, según dice, la Universidad no le ha permitido volver a acceder a los currículos, a pesar de que, es un derecho regulado por ley y la única forma de probar que hubo irregularidades: “No me dan las copias aunque tengo derecho a verlas según la ley de procedimiento administrativo”. Tras la denuncia, comenzaron “las represalias”. La más significativa fue retirarle el apoyo docente sin el cual le resulta imposible terminar su doctorado: “Me quitaron a los dos codirectores de tesis”.
Señala que el “acoso y el agravio” no terminaron ahí, ya que durante el desempeño de su trabajo, sus propios compañeros la acusaban “a mis espaldas”. Al parecer, cuando se colocaba los auriculares durante la jornada, los demás proferían todo tipo de imputaciones contra ella: “Pensaban que no oía y decían que era una enchufada y se metían conmigo”. Desde entonces, además de quedarse sin trabajo, las dificultades de Prado se han extendido a la esfera de lo personal. Ha tenido que realizar varias visitas al médico por nervios y ansiedad y ha sufrido trastornos digestivos derivados de la tensión que la han llevado, “de pesar 69 kilos a tener que comprar tallas de niña en las tiendas de ropa”.
Según su versión, la entidad aprovecha además esta situación para tacharla “de desequilibrada mental” aunque también concluye que “si estuviese desequilibrada explotaría, no reaccionaría así y dejaría de tener estos problemas que tengo”.
Apunta que el germen de todo este problema se debe a una enemistad dentro de la facultad de alguien “muy importante, con peso político”. Explica que esta persona, que da clase en el centro, ya tuvo varios encontronazos con ella cuando era alumna y cuando ejercía de interina.

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