Una clase de historia patria con las piedras de la Torre

Una clase de historia patria con las piedras de la Torre
los coruã±eses atendieron, intrigados, a la explicaciã³n susy suã¡rez

“Nadie es profeta en su tierra”, decía ayer la guía de una de las visitas a la Torre de Hércules, pero lo decía con la boca pequeña porque ella lo fue. Con una emoción contenida en algunos puntos del recorrido, la trabajadora dio una lección magistral de historia “del monumento” en la actividad organizada por el Día Internacional de los Monumentos y Sitios de la Unesco.

Precisamente por esa celebración no fue una visita convencional, sino que una treintena de personas atendieron a explicaciones sobre cómo se forjó la consideración del faro romano como monumento. Los dos mil años que no lo envejecen fueron uno de los argumentos esgrimidos para justificar que la construcción se considere como tal.

“Se lo merece, desde el punto de vista social y artístico”, oyeron los turistas, esta vez llegados desde la propia ciudad o desde puntos cercanos, porque la ruta estaba organizada expresamente para acercar a los coruñeses la historia de su reclamo turístico más conocido. Y es que, más vale educar la mente, antes de escuchar de nuevo “de una coruñesa que no entiende por qué la Torre, que no es bonita, es Patrimonio de la Humanidad”.

En la ronda por entre las piedras que todavía siguen en su sitio, es decir, manteniendo en pie el faro, se habló de Fernando VI y de Carlos III como grandes artífices de que el símbolo de la ciudad siga ahí. También se recordó a Paulo Orosio y su “Historiarum Adversus Paganos” y se repasó la excavación arqueológica que permitió comprobar que el actual edificio tenía un recubrimiento exterior.

 

sillar a sillar

Pero, para sorpresa de todos, las piedras que a priori no podrían contar su vida fueron las que más contaron sobre la reforma de Eustaquio Gianini y las pocas luces de la época para conservar intacto ese vestigio de la civilización romana de A Coruña. Porque cuando los habitantes de Brigantium decidieron alejarse de la costa quedó abandonado y porque cuando se forjaron los orígenes de lo que hoy es la ciudad actual se esquilmó todo lo que se pudo, aunque sin querer.

La explicación es que cuando la gente regresó “se preguntaba para qué iban a trabajar el granito si sabían dónde encontrarlo ya listo”, y poco a poco fueron robando piedras a la Torre.

Y las mismas fueron, sillar a sillar, utilizadas para construir entre otras cosas parte de las “iglesias de la Ciudad Vieja”. “La Torre de Hércules está repartida por el casco histórico”, resumió la profesora de unos estudiantes intrigados por ese pedacito de historia que no conocían. Entre esos saberes que no ocupan lugar pero que alimentan la inteligencia se llevaron un cuento más sobre piedras, en este caso sobre la técnica de Gianini para marcar lo que fue obra suya y lo que no: el arquitecto, de origen extremeño y relacionado con los militares mandados por Carlos III para adecentar el faro, dejó piezas de pizarra negra en aquellos puntos por los que pasó su inventiva diseñadora.

 

la linterna, de cerca

Como el de ayer fue un día especial, con ocho recorridos basados en el concepto de monumento, todos fueron invitados a regresar en otra ocasión. Además, en unas semanas se ofertarán itinerarios puntuales relacionados con la navegación o la excavación arqueológica realizada en los años 90. Quizá algunos puedan disfrutar de un vistazo a la sala de la linterna si la negociación para abrirla al público una vez al año sale adelante.

En un futuro la Torre también contará con una guía y un tríptico informativo sobre sus valores. Pero no todo son buenas noticias. La plataforma ciudadana Proxecto Cárcere se quejó ayer del abandono de la antigua prisión en donde, entre otras cosas, se contemplaba instalar un museo del faro.

Una clase de historia patria con las piedras de la Torre

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