“Si tuviera que elegir un público objetivo para mi libro, serían los homófobos”

“Si tuviera que elegir un público objetivo para mi libro, serían 
los homófobos”
El autor explica en el libro cómo se sintió “una cucaracha” de joven por ser homosexual pedro puig

Luisgé Martín vino con un retrato en primera persona “El amor del revés” (Anagrama) donde por encima de su homosexualidad y todo lo que esta le marcó, coloca a la humanidad, al amor, la intolerancia y el paso del tiempo. Después de un mal aterrizaje en Alvedro, se coló en el ciclo “Letras de Outono” de la Fundación Seoane con un relato que le sentó de “maravilla” y que salió solo. No hizo falta inventar nada y por esa razón deseaba llegar a casa para sentarse un rato a escribir un poco más. El autor puso a desfilar su vida y por delante vio a ese joven “cucaracha”, sobre el que reinó el caos, pero que logró encontró el orden. La literatura funcionó en el libro como terapia, volcando ideas que vagaban por la cabeza y si a él le supuso una liberación, a su entorno le sirvió para conocer capítulos escondidos: “Mi madre ha descubierto cosas que desconocía bajo un nivel de confianza íntima que no había tenido”. El afecto fue la reacción de los cercanos; de los otros, los que salen mal parados en la autobiografía, Luisgé reconoce que no se lo tomaron tan bien, pero “si yo tampoco salgo bien, si no me he embellecido a mí mismo no lo voy a hacer con los demás”.
Y es que el objetivo estaba claro: “Quería que fuera un libro sincero y esta era la única forma”. Detrás hay trabajo literario, apunta, que “es lo que tiene que hacer un escritor y un esfuerzo por quitar todas las barreras para “contar desde la distancia cómo miraba el mundo aquel chaval”.
Así que eligió una cucaracha para representar lo que le removía por dentro al Luisgé adolescentes: “En el sentido metaliterario, un día me despierto cucaracha y me voy convirtiendo en ser humano. En el sentido más precioso, el insecto simboliza lo asqueroso. Son bichos que si te ven, corren”. Así creía ser él, “me repugnaba y me obligaba a apartarme de la luz”.
Martín comenta que sigue dándose, que hay datos que confirman el bulling y “el mariquita sigue siendo el mariquita”. El novelista cuenta que acaba de conocer a dos chavales de 20 años, “que tenían tanta presión en su familia que se refugiaron en la negación”. A raíz del libro, Luisgé se encuentra casos. De hombres que con 30 y 40 viven casados con una mujer, “acaban entrando en esa dinámica, algunos se separan y otros están en proceso”. Por eso, “si tuviera que elegir un público objetivo para mi libro, serían los homófobos” para que comprueben que una persona homosexual es normal y mediocre, “un chaval que simplemente ama y quiere compartir la vida con alguien de su propio sexo”.
Aunque es de los que opina que la literatura tiene cada vez menos influencia social, el autor sentencia con “ojalá”, que no es más que el deseo expreso de que su confesión pueda ser un ejemplo para los que como él enderecen sus pasos y “vean que siempre hay luz al final del túnel”. Y que las cucarachas se ponen al derecho para celebrar el amor en un banquete de 150 personas como le pasó al que lo firma.

“Si tuviera que elegir un público objetivo para mi libro, serían los homófobos”

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