El talento de ver de Bernard Plossu

El talento de ver de Bernard Plossu
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Bernard Plossu dice que el tamaño de la impresión tiene que ver con el significado de una imagen. Quizá por eso elige para las suyas el pequeño formato porque sus instantáneas son como joyas que no reencuadra en el estudio porque de hacerlo sería demasiado fácil. Su talento de ver hace que lo que sale del objetivo es lo que hoy los coruñeses pueden ver en la galería Vilaseco Hauser. Sin retoques y a una distancia de 50 mm., que es lo que más se asemeja a la perspectiva del ojo humano.
El francés despliega el París al que lleva fotografiando desde que era un niño y se quedó impactado con la magia de ver desde la Torre Eiffel un ejército de globos aerostáticos alineados que salían de la plaza de L’Etoile. Desde entonces no se ha cansado de retratarla. En la serie “Plossu-París: Cartes de visite” se pueden ver 22, que corresponden a sus distintas etapas y que hacen que un paseo por la ciudad de la luz que dura 40 años, desde 1970 hasta 2013, aparezca concentrado en una sola pared.
El crítico de arte Fernando Castillo define sus imágenes como “momentos hechos nada”, con los que Plossu se aleja de la fotografía urbana para cazar poesía al vuelo. En lugares que nunca ocuparían las portadas de una revista. Son cachos de tierra anónimos en los que el autor posa la mirada. O conocidos, a los que Bernard les da un nuevo matiz.
De esta forma, la Torre Eiffel se asoma entre los árboles y dispara un fogonazo como si fuera un faro sobre el asfalto. Para crear, el artista solo utiliza sus cámaras viejas Nikkormat porque, asegura, son sólidas y baratas. Suficientes para lo que busca. Tampoco le hace ascos a las de juguete, que encierran una maquinaria sencilla donde Plossu solo tiene que usar su talento de ver. El resto lo hacen ellas.
Alérgico a lo digital, el creador se inició en la fotografía de viajes con 13 años cuando su padre lo llevó al Sáhara. De aquellas entendió que saltar en el mapa era, en definitiva, vivir y que era necesario para aprender de qué iba el mundo. En México, Plossu descubrió la sensación de perderse, de llegar al final del camino donde ya no hay nada. Para dejarse seducir por las sorpresas.
En la galería de Padre Feijóo, la segunda serie “¡Vámonos! Bernard Plossu in México” habla un poco de eso. En fotografías de los 60, 70 y 80 que revelan las sorpresas que se topó por el camino. Un sendero que le llevó a lugares que no salen en los libros.
Sin querer, Plossu relata parte de su vida en blanco y negro. A través de personas, a veces, o de paisajes. Abiertos para que el ojo se recree como si realmente estuviera allí. En ese mismo instante, junto a Plossu. Además, la muestra se completa con la proyección de la película “El viaje mexicano”. De las obras de sus viajes por este país, el autor acaba de publicar un libro titulado “¡Vámonos!”, del que dará buena cuenta en marzo cuando visite la ciudad para hablar de todo esto.
El artista estará también en Vilaseco Hauser y quien sabe si sacará su vieja Nikkormat para robar poesía de A Coruña. Para encerrarla en trozos de papel capaces de contar un lugar a su manera. Con todo lo que pasa a su alrededor.

El talento de ver de Bernard Plossu

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