Siguiendo su pasión por la literatura

Siguiendo su pasión por la literatura

Cada vez que entra Manuel Arenas por la puerta de su librería lo ve. Está aunque no esté, porque la imagen de su padre Fernando aparece en cada libro. Es inevitable. Hoy se cumplen 25 años desde que falleció el que le enseñó la mejor de las profesiones, por la que Manuel asegura que pagaría si no quedara otra para ejercitarla. La relación de su progenitor con la literatura vino de muy lejos cuando comenzó a ganarse el pan en la librería Porto allá por 1948, donde hoy el restaurante Calypso sirve raciones de salpicón, en San Andrés. 
Allí, el mayor de los Arenas se nutrió de letras. Las clasificó durante tres primaveras junto a Rafael, otro que también se haría librero al mando de un negocio al final de la misma calle, hasta que en 1953 compró el número 20 de la plaza de María Pita gracias a un crédito que le facilitó Pedro Barrié de la Maza. 
Cuenta su hijo que en la librería y papelería Cervantes, Fernando Arenas confirmó su vocación. Por sus estanterías se pasearon grandes como Wenceslao Fernández Flórez, Camilo José Cela o Torrente Ballester, que dejarían su sello para siempre en el libro de oro del local. También lo hizo el pintor Urbano Lugrís, “que pagaba el material con sus cuadros”. 
Así es que dos murales del “Dalí gallego”, como lo llama Manuel, daban la bienvenida a los clientes que venían pidiendo historias. Fernando se las ponía en bandeja porque las recomendaciones son la clave para que un negocio de esta naturaleza funcione: “Él me enseñó su amor por los libros, a conocer a personas todos los días y a dar consejos sobre publicaciones”.
Su padre pensó entonces en ampliar su parcela literaria y adquirió a finales de los 60 el bajo desde el que se despachan novelas de todo tipo. Fernando se lo compró a los hermanos Zincke. En el 2000, con el Cantón echando humo, se vio obligado a dejar la librería Cervantes porque las obras de la plaza le hicieron daño al bajo. Sin embargo, Arenas se convirtió en parada obligatoria de los grandes que saludaron a Fernando y los que recibe en la actualidad su hijo. 
Todos forman parte de una familia gracias a la que el 23 de abril hay feria en los jardines y que convirtió las letras en motivo de tertulia, presentación, firma y premio. Precisamente, el galardón que lleva el nombre del emprendedor es un buen ejemplo que demuestra que sigue estando: “Lo hablé con mi hermano la semana pasada y es verdad. Se nota su presencia, sobre todo, en este año tan especial”. 
Para Manuel Arenas, es un mérito que la distinción siga convocando a plumas noveles y consagradas dada la crisis literaria y global que afecta al bolsillo. En ese sentido, el librero confiesa tener su recuerdo muy vivo porque el hecho de que muriera cuando él tan solo tenía 19 años “marca mucho”. 
También marca saber que lo que uno hace a diario es una forma de avivar la mayor de sus pasiones. Y la literatura sigue teniendo una casa colindando con lo verde. En el Cantón pequeño, número 25.

Siguiendo su pasión por la literatura

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