Los servicios a personas sin recursos crecieron un 9% en Padre Rubinos en 2018

Los servicios a personas sin recursos crecieron un 9% en Padre Rubinos en 2018
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El número de demandantes de ayuda en el que fue el germen de la Real Institución Benéfico Social Padre Rubinos, el albergue, ahora rebautizado como Centro Integrado de Atención Social (CIAS), no deja de crecer a pesar de que los estudios macroeconómicos hablan de una mejoría social. En el último año las atenciones se incrementaron un 9% y se da la preocupante circunstancia de que a la entidad llegan cada vez usuarios más jóvenes que no cuentan con recursos propios para salir adelante.


El presidente de Padre Rubinos –que el año pasado celebró su centenario–, Eduardo Aceña, explica que en 2018 lo que ahora es el Centro Integrado de Atención Social prestó “238.908 servicios, lo que supone un 9% más con respecto a 2017”. Curiosamente, entre el volumen total de beneficiarios, se ha detectado “un crecimiento entre la población más joven: de 18 a 30 años”, aunque no está claro el por qué de esa afluencia. 


Afecta con “mayor intensidad a la mujer” y el representante especula con que podría tener alguna relación con el aumento de la afluencia de gente procedente de un país como Venezuela, que vive una brutal crisis. 


En el comedor también se han incorporado nuevos comensales de Cuba, Perú, Brasil o Marruecos, pero los españoles siguen representando entre el 60 y el 65% del total. Eso sí, ha habido una evolución al alza en las cifras al registrarse 136.429 menús, es decir, un ascenso del 8% respecto a las estadísticas de referencia.

Medias elevadas
En el centro integrado hubo especial preocupación en los meses de enero y febrero, cuando hubo colapso tanto en el comedor como para pernoctar en el inmueble, dado que no había más camas disponibles (en breve se sumarán una docena de plazas más en el espacio que antes ocupaba la congregación religiosa que residía en el complejo). En la actualidad, la media de beneficiarios es de 90 personas durmiendo, 100 en el desayuno, 140 a la hora de comer y otras 160 en las cenas. 
Con este preocupante balance, Aceña ve lejos la recuperación de la normalidad en la vida de cientos de personas pero la institución no cesa en su trabajo, que este año quiere ir más allá de lo que lo hacía hasta ahora. 


“Estamos intentando cerrar el capítulo de articular un sistema que haga posible que la gente pueda hacer su vida con cierta autonomía”, dice, para lo que Padre Rubinos pretende colaborar en la búsqueda de vivienda y aportar el control cotidiano de los técnicos, para aquellos usuarios que sean capaces de dar de nuevo el salto al mercado laboral. 


Es decir, después de darles todo el apoyo incluso de formación, lo ideal sería rematar el círculo con la reincorporación a la vida reglada, un “hueco” que hasta el momento quedaba pendiente porque no se encontraban pisos en buenas condiciones con los recursos disponibles ni tampoco había un seguimiento de si la integración era real. 

De hecho, a los beneficiarios asentados en lo que antes era el albergue de transeúntes ya se les hicieron aportaciones para mejorar su calidad de vida. En 2018 se gastaron unos 35.000 euros en “farmacia, visados, viajes, supermercados...”. Asimismo hubo familias que recurrieron al organismo, que invirtió 12.715 euros en “pago de alquileres y habitaciones, alimentación, compra de libros, médicos o facturas”.

Los servicios a personas sin recursos crecieron un 9% en Padre Rubinos en 2018

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