Santa Margarita sella con tradición el broche final de las fiestas

Santa Margarita sella con tradición el broche final de las fiestas

Porque la tradición se sirve en plato de madera, tiene forma de rosquilla y suena a pandereta, Santa Margarita eligió justo ese traje para celebrar su día grande, animado desde primera hora por pasacalles y el grupo Son d’Aquí, pero, sobre todo, por el bullicio de la gente que no quiso saltarse la cita y se asomó al punto más verde de la ciudad con su nevera portátil y sus ganas de fiesta.
Y mientras los niños pasaban el rato en los cochitos o participaban en talleres ligados con eso que llaman país, entre los árboles se gestaban comidas al aire libre, de los que se traían el lacón y la empanada de casa y los que optaban por pedir en la barra una ración de pulpo o de churrasco y respirar romería al dente. La gastronomía aparcó junto a las atracciones y lo cierto es que no quedó una mesa de piedra libre y sin mantel porque los comensales se molestaron en reservarlas desde primera hora de la mañana.

retraso
Al son de las gaitas, la jornada dio paso a la música en directo, las nubes se apartaron y los coruñeses se dirigieron al anfiteatro para abrazarse al folclore. Sin embargo, hubo que esperar una hora hasta que Xacarandaina desplegó toda su artillería sobre el firme para confirmar que hay cantera y que la tradición toca la fibra de pequeños y mayores. Los asistentes gritaron “fuera, fuera”, y pasadas las nueve, se puso sobre la tarima parte de lo que se lleva meciendo siglos entre Pedrafita y Finisterre para aterrizar en Mali, de la mano de Vieux Farka Touré, que habló de la belleza de su país con la guitarra y de unos valores que siguen en pie a pesar de los conflictos.
Momentos entonces para cruzar el estrecho y situarse en la piel del vecino para volver de nuevo al terruño con Treixadura, que fueron los encargados de despedir la sesión y las fiestas de María Pita. Los de las Rías Baixas lo hicieron como mejor saben, a golpe de roncón.
Y es que los que llevan más de 25 años encima del escenario mostraron su forma de entender la raíz y esta le puso el broche final a un fin de semana marcado por lo de aquí. En las plazas, que fueron escenarios de baile, regueifa y obradoiro y en los jardines de Méndez Núñez, donde levantaron la voz cantareiras y el tacón, punta tacón se impuso al reggaeton.
Pero antes de echar el cierre a los festejos, el cielo se iluminó de colores. Sobre el skyline coruñés, se dibujaron palmeras pirotécnicas y demás virguerías anunciando que aquello sí era lo último. Por su parte, los vendedores acampados en Méndez Núñez rindiendo culto a las letras y la artesanía abandonaron sus puestos y el escenario se quedó vacío. En Novo Mesoiro también descolgaron las luces de fiesta con fútbol, sesión vermú y espuma. Entre todos escribieron “the end” y se fueron a casa a descansar.

Santa Margarita sella con tradición el broche final de las fiestas

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