Los Reyes Magos más futboleros visitan la ciudad entre malabares y cabezudos

Los Reyes Magos más futboleros visitan la ciudad entre malabares y cabezudos
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Empezó siendo una de piratas y malabaristas con cuchillos de mentira, donde apareció Peter Pan y un “Garfio” gigante enganchaba a las cerca de 110.000 personas, según el Ayuntamiento, que abarrotaron las calles para verlos. Riazor fue el punto de partida de los de Oriente, que no quisieron irse sin antes pisar el césped y saludar al concejal de Deportes, José Manuel Sande y al alcalde, Xulio Ferreiro, que los ataviaron con bufanda y balón de fútbol. Sobre el campo, Baltasar demostró sus dotes con la pelota. 

Pero como no había tiempo que perder, Sus Majestades enfilaron Manuel Murguía y se subieron a las carrozas para colocarse (casi) al final de la cola como es habitual y generar más expectación si cabe. 

Por delante, los pequeños que atendieron al desfile vieron ante sus ojos la representación de una ciudad soñada, circense y submarina, una ciudad de seres fantasiosos con sus casitas, de carruseles de globos aerostáticos y duendes del bosque.

Ellos pusieron la nota de color a una tarde mágica. Lo decían en María Pita. Y es que el día se vistió de sol para recibir a los Reyes: “Nun ceo de xaneiro, onde os astros están do noso lado”. 

Allí, desde el Ayuntamiento les recordaban a los más bajitos que era condición indispensable para tener regalos dejarles algo de comer y de beber no solo a los que tienen corona, “tamén aos camellos”. Y porque los Reyes Magos son mágicos, los presentes que se colaron en los hogares fueron igual de mágicos “e molan”. A eso de las seis, se dejaron ver. Melchor, primero, como marca la tradición, seguido de Gaspar, con una barba densa. Ya por último, Baltasar, recibió un aluvión de aplausos. 

El rey favorito de la gente era condescendiente y sonreía al grito de “¡a portarse bien!”.

En las aceras, los niños esperaban el momento con bolsas en ristre, las que llenaron de caramelos durante el transcurso de la cabalgata. Para saciar las ganas de azúcar, los ayudantes y reyes lanzaron hasta doce toneladas de dulces entre las 16 carrozas, que se dieron cita junto a cuatro trenes y 450 niños “pajes” que acompañaron a la comitiva real. 

De las primeras, además de las oficiales, estaban las patrocinadas por firmas como Gadis, Repsol, El Corte Inglés, el centro comercial Los Rosales, Cabreiroá y Abanca. 

El paseo sonó a gaitas, las de Agarimo de Catabois, y a música de bandas, la joven de Vilatuxe y la de Santiago que animó el cotarro con percusión y viento, y a ritmo de pasodoble y otros bailes los arlequines alegraban la vista de niños y mayores, bailando aros y haciendo piruetas en directo. 

Eso fue lo que más llamó la atención de los que veían el espectáculo desde la barrera porque entre malabares y zancudos, los miembros de las compañías de teatro y danza participantes interactuaban con el público. Les lanzaban bolas para que se las devolvieran y esto dio en una puesta en escena dinámica y viva, aseguraron los testigos. 

En la grada, un fan mostraba amor eterno al de color: “Yo amo a Baltasar” y un cabezudo se mareó a la altura del teatro Colón y tuvo que ser atendido por los sanitarios de Cruz Roja. 

Los presentes afirmaban que había más gente que otros años para acabar en una plaza, la de María Pita, donde los pequeños que ayudaron a que todo saliera redondo, fueron invitados a un chocolate caliente. Uno a uno fueron llegando los vehículos, la Torre de Hércules giratoria y los de Pistacatro con su montaje circense donde no faltaron los clowns y los bufones. También los unicornios de gran altura y presencias llegadas de otros planetas en una invasión terrícola donde no tuvieron oposición. Solo palmas y alegría en una tarde en la que la risa se alargó desde el Palacio de los Deportes, Calvo Sotelo, Fernando Macías, Médico Rodríguez, Juan Flórez y Marcial del Adalid para enfilar Linares Rivas y llegar al Ayuntamiento por los Cantones y la avenida de la Marina. En María Pita, los Reyes se bajaron de las carrozas para darle la mano a los coruñeses a la vez que Melchor afirmaba a pie de pista que no hacía falta que nadie le dijera nada porque lo sabía todo: “Ao final de cada ano fago contas, pero neste fomos todos moi bos”. Baltasar alcanzó la meta con decenas de cartas en las manos. Dispuesto a cumplir los deseos de quienes se los escribían a boli. Los Bomberos, por su parte, le ponían sirenas a la emoción del momento y entonaban cánticos como “quien quiera caramelos, que salude a los Bomberos”. 

En el balcón municipal, Ferreiro les preguntó a los chavales si tenían las galletas y la leche preparadas. Antes de comenzar la repartición, Melchor dijo desde el palco que era una “alegría estar na Coruña; máis sabendo que tedes moitas ganas de vernos”. 

Contó que se hicieron una foto en la  bola de La Marina y confesó que el alcalde les había pedido un Deportivo en Primera División: “Queredes velo en Primeira? De seguro que animando ao equipo como ata agora conseguirémolo”. También les propuso como reto cuidar el planeta, “esforzarnos de non estragalo”, y reciclar. El mayor de los tres les contó que les gustaba mucho la ciudad y que la pisaran mucho jugándola, la calle y los parques para despedirse diciendo que era hora de partir: “Deixádenos un vasiño de auga para o camiño que é longo pero moi ilusionante. Vémonos o ano que vén!”

Los Reyes Magos no se olvidaron de visitar a los niños del área metropolitana.

Estuvieron en Culleredo, Cambre, Teixeiro, Curtis, Arteixo Carral, Bergondo o Betanzos, donde llevaron caramelos a pie y en carruaje.

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