Reportaje | Lejos de regular el lienzo más grande

Se deben a la pared. Ella les da texturas, colores y accidentes que los artistas pulen como diamantes. Pintar en la calle les obliga a ser rápidos, a poner un ojo en el frente y otro hacia los lados, por si aparece la policía y hay que escapar. El “street art” que desde las instituciones parecen impulsar es para sus exponentes una especie de pantomima porque la intención se queda en el festival y el encargo, pero nadie se mete a regularizar el mejor de sus lienzos, la calle, y a excepción de pocos, la mayoría malvive y se expresa “por amor al arte”: “Esto se vuelve muy precario”, señala Baldo. Nació con el boom del grafiti sin embargo, 23 años después, los creadores no salen tan a la ligera a dejar su huella.

Las sanciones son altas y el carné de estudiante no les excluye de pagarlas así que como Baldo, su generación no se mueve tanto por el impulso como en el origen y pide espacios legales para amamantar lo que llevan dentro. El que comenzó a peinarla como skater cree que la Administración debería dar licencias y los arquitectos dejar paredes en blanco de soporte. Dice que las misivas a golpe de spray no pueden desaparecer. Sería una señal de que la calle no está despierta y eso es algo malo.

Erre lleva unos cuantos años más saliendo con la mochila. Cuenta que hubo una tentativa de agruparse en colectivo, pero que todo quedó en nada y las iniciativas oficiales se limitan a convocatorias donde casi siempre eligen a los mismos. Por eso, adopta el estudio como alternativa y muestra sus obras bajo techo.

Straight se encuentra en Oleiros con la misma situación. Sus guiños se pueden ver en marquesinas y sobre paredes de hormigón. Antes de agitar su colección de botes grises, allana el terreno en su cabeza y no lo pisa hasta que sabe “dónde y cómo” hacerlo. Lleva seis años practicando la técnica del “stencil” y le gusta la adrenalina que le sube cuando abandona momentáneamente el hogar y cabalga en nombre de un personaje de película. Un valiente igual que él. l