Reportaje | Una historia sobre el comercio coruñés y la actividad realizada en su puerto

Reportaje | Una historia sobre el comercio coruñés y la actividad realizada en su puerto
Astillero del Parrote a finales del siglo XIX | aec

El puerto de A Coruña se vio gratamente sorprendido cuando desde él se autorizó el libre comercio con las colonias americanas. Esto hizo que una marea de gente venida de otras latitudes de la península, e incluso del exterior, se fuese asentando en la ciudad coruñesa al amparo de tan fructífero comercio.
Ello asegurará a sus incipientes promotores en el tiempo un ingente caudal que irán acumulando en los mejores años del comercio colonial, es decir de 1767 a 1778.
Lo que ocurre es que, en este periodo, no se invierte en las iniciativas industriales y comerciales que la ciudad requiere, tan solo las tenerías de los curtidores y la industria pesquera confirman su desarrollo económico, pero son insuficientes para prolongar los beneficios que aquel importante comercio deparaba.
Entretanto la industria textil básica carece de iniciativas propias en el pintado del algodón y estas empresas acaban fracasando debido al atraso económico y social que soportaba Galicia en su conjunto en el siglo XVIII.
De todos modos, las inversiones que debían emplearse en el desarrollo industrial de A Coruña entonces iban a parar a la compra de tierras y propiedades inmobiliarias, en su mayor parte, lo que supone para aquellos acaudalados oligarcas un mayor aliciente a su inversión, pero sin miras de continuidad industrial, lo que llevó a Galicia en general a una grave crisis en todos los aspectos y esta se vio agravada en el terreno industrial y comercial sobre el puerto de A Coruña.

Con las Indias Occidentales
De este modo el comercio colonial con las Indias Occidentales no dispone de la introducción de mejoras en el hábito comercial de la oligarquía que domina aquel comercio, ya que la compra de tierras se seguirá realizando, bien entrado el siglo XIX, lo mismo que todo tipo de propiedad inmobiliaria y el préstamo de caudales a negocios ajenos a su cometido industrial.
En un claro detrimento de la colocación de aquellos capitales en el desarrollo industrial y comercial, que al fin y al cabo era de donde salían aquellos grandes flujos de dinero, de todos modos, durante el conflicto que vivió España a raíz de la invasión francesa de 1808, hará que algunos comerciantes obtengan jugosos beneficios con las contratas firmadas para el suministro al ejército del abastecimiento preciso a las tropas.
Esto les lleva a comprar más tierras y más propiedades urbanas, siempre en perjuicio del valor que podían haberle dado a un desarrollo comercial e industrial más apropiado, en beneficio de todo aquel reino, de haberse llevado a cabo una política económica razonada en el desarrollo industrial de A Coruña, una de las plazas más significativas del norte peninsular en aquel siglo XVIII.
En aquel imponente tráfico comercial llevado a cabo con las colonias destacaba La Habana, que era de suma importancia, ya que desde allí se traía azúcar, café, cacao y tabaco, de un modo principal. Luego en el puerto coruñés esos productos serían reexportados en los barcos de los Correos Marítimos a Buenos Aires, junto con otros géneros textiles y de salazones elaborados en Galicia.
De Montevideo, los Correos Marítimos, traían plata y cueros al pelo, siendo en 1778 cuando A Coruña alcanza en su comercio con las colonias su mayor auge, coincidiendo en esta fecha la consolidación de la elite de los oligarcas comerciales coruñeses. A Buenos Aires se enviaban de modo preferente productos industriales de hierro, que se fabricaban en Bilbao y se transportaban a A Coruña, para su embarque al puerto del Mar del Plata. De regreso, las naves de los Correos Marítimos traían gran cantidad de cueros al pelo, que en su mayoría se reexpedían en compensación a las Vascongadas, para surtir sus fábricas de curtidos.

La guerra Inglaterra-España
Este comercio colonial se verá seriamente afectado por el estallido de la guerra que entre 1778 y 1783 enfrenta a Inglaterra y España, cuya crisis llegará a ser muy profunda en el comercio colonial gallego y afectará de forma muy negativa al puerto de A Coruña.
El decreto de 1778 será el que le dé el golpe de gracia definitivo, por el cual se permite el comercio con Buenos Aires desde todos los puertos habilitados por el decreto de 1765, dando por finalizada la hegemonía del comercio gallego en el tráfico de cueros, por lo que, a partir de 1778, los comerciantes vascos ya no utilizan el puerto de A Coruña para sus transacciones comerciales, ya que comienzan sus barcos a recalar en los de Gijón y Santander, en su tráfico marítimo con Buenos Aires.
Durante el periodo de guerra contra Inglaterra, el tráfico comercial con las colonias de ultramar queda en la práctica interrumpido y ello ocasiona una grave crisis comercial a los oligarcas asentados en A Coruña y que dependían de aquellos mercados para desarrollar sus contactos mercantiles.

Decadencia comercial
Esta decadencia comercial que sufre el puerto de A Coruña hacia los últimos años del siglo XVIII se incrementa cuando entra el XIX, motivado por la cesión al puerto de Ferrol del poder comerciar con las colonias ultramarinas en las mismas condiciones en que lo hacía A Coruña y de establecerse luego en dicho puerto los Correos Marítimos, que son expoliados del lugar de la Palloza, donde tenían su asentamiento social y náutico, pasando entonces a la Ciudad Departamental.
Esta situación ocasionará el ocaso total del comercio colonial en A Coruña y el despegue económico de aquella nueva ciudad impulsada por los servicios de la Armada allí establecidos y los Correos Marítimos llevados desde La Coruña, junto con la creación de los astilleros para la construcción de barcos.
Todo ello en detrimento del futuro económico del puerto de La Coruña, cuyos oligarcas comerciales no supieron o no quisieron ver que tanto el futuro de la ciudad como el suyo propio dependía del desarrollo industrial y comercial que ellos mismos impulsasen, pero optaron por la compra de tierras e invirtieron todo su caudal en ellas, o al menos su mayor parte, sin otro motivo que el ser un hacendado de tierras o inmobiliario, al tiempo de hacer las veces de prestamista como banquero. l

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