Reportaje | Una guitarra de nombre “Vento” sumará fondos para una guerra que “toca” a todos

Reportaje | Una guitarra de nombre “Vento” sumará fondos para una guerra que “toca” a todos
El luthier lleva ya 50 criaturas con cuerdas construidas, algunas en Estados Unidas y Alemania | javier alborés

Francisco José Rodríguez se hizo luthier por romántico y también por “pirado” y todavía se sobrecoge al recordar cuándo escuchó a los Stones en directo desde su radiocasette estéreo y vio claro que lo suyo, su propia vida, tendría que ver con la música. A los nueve empezó a acariciar la guitarra en la iglesia y desde 2009 les pone patas de manera profesional en Franfret.


Hoy, una de sus criaturas sumará euros para una lucha que es de todos, la del cáncer. Se llama “Vento” porque a todas les pone nombre y es la última de una serie que no repetirá. La ocasión se lo merece. Él es una de las cabezas del proyecto que también promueve Gandy y que llevará en diciembre a tocar a favor de las investigaciones que tratan de ponerle freno a la enfermedad y a los fondos de la Asociación Española de Lucha contra el Cáncer, que trabaja en distintos frentes.


A ese escenario se subirá una lista de artistas locales como Pocho Taxes, Manu López, Miguel Ladrón de Guevara, Carlos Bau o Hugo Torreiro, arropados por un público que aportará vida con los cinco euros de la entrada y con otro, el que no podrá asistir, que la dará a través de donaciones.


Además, Gandi está acabando de componer un villancico para el evento. Mientras, el instrumento cuelga de una pared en su bajo de Francisco Añón. No será la última que hará las maletas desde su cuna del Agra del Orzán.


Allí, uno de los pocos luthiers oficiales que hay en Galicia se pelea con maderas como el ébano, el pino de Oregón o la caoba brasileña, a la vez que se queja de que el eucalipto está acabando con el bosque del país. Dice que cuando entra un nuevo cliente por la puerta, se puede aproximar al sonido que busca: “Ahora que suene a Hendrix depende del animal”. Fran controla variables, la forma en que la construye, el tipo de mástil –encolado o atornillado–, o el peso: “Hay gente que se la cuelga y se queja de que es ligera”.


Lo cierto es que todas andan por los 2,800 kilos, algo menos que un bebé con más horas de parto, eso sí. Calcula que en cada guitarra gasta 100 horas de su vida. Así hasta las 50 que salieron de sus manos. La más viajera lanza acordes en Nueva York, pero comenta que pululan varias por Alemania porque “uno no es profeta en su tierra” y entre los paisanos, reina la desconfianza.

Brothers in Band
El que nutre de medios a los de Brothers in Band para que suenen lo más parecido a Dire Straits asegura que hasta hoy nadie puso el alma para tocarla de la misma manera que Jimmy Hendrix porque la guitarra pide conocimientos, pero sobre todo “feeling, tienes que transmitir”. Por eso, señala que los hay malos pero que tocan bien a fin de cuentas porque llegan: “No solo es la parte técnica y los hay muy poco ortodoxos con la posición de las manos”. Aún así, no fallan en lo básico. Es lo mismo que un luthier como él, “que con pocos recursos”, procura hacerlo lo mejor que puedo.


Para Fran, la diferencia entre uno de su especie y una firma dedicada a fabricar guitarras en serie es como una hamburguesa y un chuletón: “Le pones atención a todos los detalles, pones una materia prima personalizada y colaboras en todo con el cliente. Las grandes marcas están ahí para hacer dinero. Son holdings. Yo estoy en Francisco Añón y Fender está en California”. Él hace trajes con cuerdas: “Les pregunto qué estilo quieren tocar y cómo la vamos a balancear...”.


Hace dos años se llevó a la vitrina el premio Antonio Fraguas de la Diputación por el esfuerzo de hacer que Axe, Oniric, Revers y la Blood Hunter, “La más heavy de todas”, paseen Galicia por el mundo. La “vento” lo hará con el mejor de los fines. El de hacer música y ganarle la batalla a este mal tan extendido.

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