Reportaje | El germen solidario de los coruñeses garantiza el apoyo a la gente más vulnerable

Reportaje | El germen solidario de los coruñeses garantiza 
el apoyo a la gente más vulnerable

Casi nadie le encuentra una explicación lógica, pero de lo que pocos dudan es de que en A Coruña se plantó un germen solidario con unas raíces fuertes que no han dejado venirse abajo al entramado de entidades benéficas que llevan décadas –incluso centenarios– soportando sobre sus cuentas y estructuras la exclusión y las desigualdades sociales.

“La nuestra es una sociedad paradigmática con una manifestación intachable de solidaridad”, razona el presidente de la Real Institución Benéfico Social Padre Rubinos, Eduardo Aceña. Desde el punto de vista de la directora de Cáritas Interparroquial, Pilar Farjas, la clave está en que “hay una historia muy larga de importantes organizaciones civiles”, y también religiosas, de ayuda y que estas no han nacido de forma “coyuntural” por la recesión.

En su opinión “hay una gran implicación social e interés de la población, que también está muy sensibilizada con el voluntariado”. El administrador de la Cocina Económica, Óscar Castro, apunta a ese legado histórico como explicación de lo que es hoy el municipio a nivel benéfico. “El germen no se puede saber pero las entidades están muy arraigadas”, dice, y recuerda que en ocasiones recibe a colaboradores cuyos abuelos o bisabuelos ya estaban detrás de esta institución que garantiza un plato caliente a todo el mundo.

Con la crisis económica la labor de la que se tuvieron que hacer cargo fue a más, pero lejos de temer lo que se les venía encima las numerosas instituciones de ayuda se volcaron con todo el mundo, algo que también permitió la legión de voluntarios y benefactores que empujaron por detrás para que edificios como la Cocina Económica, el Hogar de Sor Eusebia, Padre Rubinos, el Banco de Alimentos Rías Altas, el Hogar de Santa Margarita no se vinieran abajo golpeados por la realidad de una de las recesiones más duras que se recuerdan.

Ahí han estado todas y ahí piensan seguir, en una ciudad pequeña pero solidaria como pocas de España, con ambiciosos programas que actúan como sostén de las personas aunque todas quisieran no ser necesarias en la sociedad actual. Hoy tienen muy bien divididas sus parcelas de atención, aunque en alguna ocasión en el pasado la picaresca haya intentado entrar en juego.

1 La Cocina Económica, garante de la comida
Hay otras entidades que colaboran en la alimentación de los más necesitados a diario, pero si alguna tiene al 100% sus fogones todo el año esa es la Cocina Económica. El año pasado atendió a un 36% de nuevos usuarios y en sus 126 años de recorrido no ha dejado de crecer el número de comensales. Hoy sirven a algo más de 1.000 personas, entre los comedores de la sede central y los tres puntos de reparto que se crearon hace unos años para dignificar la recogida del menú entre las familias con más apuros.

Cuenta su administrador, Óscar Castro, que la mayoría de las personas que se ocupan de los diferentes servicios son empleados. A estas alturas suman 18 pero “diariamente suele haber 14 voluntarios” que se reparten entre la cocina, los centros de distribución o la oficina del trabajador social para hacer que el engranaje no se desmonte.

2 Padre Rubinos, un lugar donde refugiarse
Tampoco pierde fuelle la Real Institución Benéfico Social Padre Rubinos a pesar de llevar ya cien años procurando el “desarrollo integral de las personas y que tengan una vida digna”. Lo cuenta su presidente, Eduardo Aceña, que hace extensivo ese objetivo común de las plataformas solidarias. “Es la defensa de la dignidad de las personas y de los derechos sociales”, reflexiona, dado que “hay mucha desigualdad, problemas económicos, vulnerabilidad...”.

Ellos cuentan con voluntarios para seguir adelante, pero tampoco podrían hacer nada sin su gran plantilla. Todos mantienen la escuela infantil, la residencia de mayores y, su principal sello de identidad, el albergue de transeúntes.
De este último, Aceña explica que “en los dormitorios hay una media de 90 o 95 personas diarias, al desayuno vienen cerca de 100 y en el almuerzo se suman 160 comensales”. Ya en la cena suelen dar raciones a unas 140 personas, de las que algunas se van a sus casas o a la calle aquellas que no quieren atenerse a las normas de conducta del refugio. En paralelo a estas atenciones básicas, realizan cursos para intentar dar una nueva oportunidad laboral a los beneficiarios. Así funciona, por ejemplo, el programa de reciclaje de ropa con un taller textil.

3 Cáritas, dispuesta a hacer de sostén económico
Por cantidad, la atención más básica y de mayor volumen de Cáritas Interparroquial, y también de las 36 parroquias, es la asistencia directa para “comprar alimentos, pagar alquileres, facturas de agua y luz”, demostrando que la pobreza energética está muy presente en A Coruña a pesar de que sea un tema bastante oculto.

En 2017 los servicios centrales atendieron a 1.700 personas y cada una de las parroquias a una media de 60 u 80 familias, con un incremento del presupuesto del 10% con respecto a 2016, porque allí donde alguien no encuentra ayuda Cáritas siempre está con la mano tendida.

No obstante, para su directora Pilar Farjas “las más importantes son las actividades de integración laboral” porque son las que pretenden devolver la vida perdida a través de la formación para conseguir un puesto de trabajo. El Centro Violetas propone desde hace años clases de alfabetización o estudios de carretilleros, construcción, confección y hostelería, entre otros. En algunos de los casos los profesores, incluso, piensan en prácticas y avanzan ese salto temporal a la empresa.

4 Cruz Roja, labor especial con los refugiados
Quizá los que más tareas abarcan son los profesionales y voluntarios de Cruz Roja en A Coruña. Lo mismo ayudan con facturas que proveen a las familias de alimentos. La coordinadora provincial, Carmen Regueira, aclara: “Como entidad multidisciplinar nos adaptamos a la realidad y necesidades de cada momento”. Por ello, en invierno prestan especial atención al servicio de calor y café que reparte bebidas calientes entre los indigentes.

También están centrados en la prevención, el voluntariado en diferentes eventos y, principalmente, “en trabajar con los refugiados en un programa de asilo”. De las 49 plazas y ocho pisos disponibles, prácticamente todos están llenos. “En la segunda fase intervenimos para ayudar a que se integren: a buscar trabajo para independizarse”, relata.

5 Banco Rías Altas y su papel de distribuidor
En casi todos los casos hay un colaborador común detrás: el Banco de Alimentos Rías Altas (Banrial) que suele ser el que reparte los alimentos a las entidades para que estas se los entreguen a los usuarios finales.
El presidente y la vicepresidenta de la institución, Juan Mateos y Conchi Rey Pedreira, estiman que con todas las organizaciones que atienden en este momento estarán dando servicio a unos “16.000 beneficiarios”.

Una de las claves, dice Mateos, es el “trabajo de los voluntarios” mientras que Rey Pedreira pide asociados con aportación económica para mantener esta lucha que nunca acaba... Desde que el banco nació de la mano de nueve voluntarios como Juan Luis en 2010 la demanda de apoyo y la exigencia de ampliarse no ha dejado de multiplicarse.

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