Reportaje | A Coruña olvida su patrimonio

Reportaje | A Coruña olvida su patrimonio
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Dar un paseo por la ciudad puede resultar una actividad de lo más gratificante, en lo que a actividad física se refiere, o desoladora, si reparamos en el cuidado del patrimonio cultural. Las estatuas y bustos de A Coruña adolecen de un abandono extremo en algunos casos, que podría pensarse ajeno al centro de la urbe y más acusado en los barrios, pero nada más lejos de la realidad.
El conjunto escultórico de los jardines de Méndez Núñez y las divertidas figuras de la plaza del Humor son la prueba inequívoca de que las obras de arte del centro están en la misma situación de desamparo que otras como la que Antonio Desmonts dedicó a Japón en pleno Barrio de las Flores. 
Así, en Méndez Núñez, uno de los principales reclamos turísticos coruñeses, el verdín, la humedad, las pintadas y los excrementos de pájaros campan a sus anchas en las faces y cuerpos de personajes como el diputado Aureliano Linares Rivas, los escritores Eduardo Pondal y Manuel Murguía, el periodista y militar Juan Fernández Latorre, el exalcalde coruñés Alfredo Suárez Ferrín y el dramaturgo e intelectual Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, entre otros. 
Muchas de las inscripciones de los bustos y estatuas son ilegibles debido a la rotura de las letras y la mayoría de las esculturas de piedra echan en falta una limpieza. Precisamente, en los presupuestos participativos A Porta Aberta que el Ayuntamiento convocó en 2016 salió elegida una partida para la recuperación integral de los jardines y sus monumentos, que asciende a 130.000 euros y que se encuentra, según la página web municipal, “en ejecución”. La Rosaleda, por ejemplo, ya ha sido acondicionada.
El Gobierno local llevó a cabo a principios de 2017 obras de restauración de la escultura de Daniel Carballo, frente al edificio La Terraza, “para poñer en valor o patrimonio histórico e artístico da cidade”. La intervención sobre la pieza de Agustín Querol y Pedro Mariño dedicada al político coruñés, en la que se invirtieron 40.600 euros, se realizó en dos fases. El concejal de Regeneración Urbana, Xiao Varela, señaló que esta actuación era una apuesta “pola recuperación do patrimonio histórico e artístico da cidade”, algo que la Marea considera “unha prioridade fundamental”.  
En la antigua plaza de los Huevos, hoy plaza del Humor, el panorama no pinta mejor. Álvaro Cunqueiro y Castelao reposan en sendos bancos sin poder olisquear los churros del quiosco que tienen a un par de metros o el pescado del mercado de San Agustín. Con pose calmada, pero con la nariz rota, reposan los autores de “Merlín e familia” y “Os dous de sempre” en un escenario de mármol ennegrecido y lleno de chicles donde están representados desde Los Picapiedra y Mortadelo y Filemón hasta Shakespeare, Jardiel Poncela y La Pantera Rosa. 
Los bustos de la plaza, de Vicente Risco, Julio Camba y Wenceslao Fernández Flórez, han sufrido desperfectos y perdido su color original, además de albergar las habituales heces de aves, y la fuente del Gatipedro, animal mitológico gallego que provoca que los niños se orinen en cama, ya no tiene agua y su parte frontal tiene un color marrón oscuro.
Según el arqueólogo y museólogo Felipe Senén, el patrimonio de la ciudad “está nun estado de degradación preocupante”. “O granito, debido á contaminación, o salitre e os cambios de humidade e temperatura reventa e se deteriora. No pasado se levaba a cabo a chamada leitada de cal, pero agora non está de moda, lévanse os relavados da pedra e o granito estase perdendo. Todo na vida ten que ter un mantemento. Noutros países póñense reproducións dos escudos ou dos monumentos e os orixinais están nos museos, é unha idea que aquí escandaliza pero cando se queira facer será demasiado tarde”, dice el presidente de la asociación Portas Ártabras.
Otras muestras 
De su blanco inicial, la paloma de la paz ubicada en la plaza de Pontevedra ha tornado a gris y en la Coraza del Orzán, el monumento a los Héroes ya sufre óxido en algunas partes, especialmente la que alberga ramos de flores.
A veces la propia obra no está en mal estado pero “los árboles no dejan ver el bosque”. En Cuatro Caminos, Valentín Losada y su perro guía –el primero que hubo en la ciudad– pasan desapercibidos, tapados por una frondosa vegetación. Las obras de arte de la ciudad piden, a su manera, más atención. l

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