Cocinar con sol no consiste solo en freír unos huevos en el capó de un coche

Cocinar con sol no consiste solo en freír unos huevos en el capó de un coche
La comida se hace lentamente en las parabólicas, que concentran la energía solar en la base del cacharro de cocina | javier alborés

Se suele decir cuando hace mucho calor que se pueden freír unos huevos en el capó de un coche y ayer, ciertamente, parecía posible hacerlo. Pero la actividad que se celebró ayer en el Campus de A Zapateira iba mucho más: trataba de animar al público a cocinar toda clase de platos empleando únicamente energía renovable. Se trataba del VII Encontro Sikar, que amenazaba la exposición de hornos y cocinas solares con la degustación de la comida preparada en ellos. Mientras el astro rey hacía lentamente los alimentos, los comensales y cocineros se protegían a la sombra porque el calor era tal que ellos mismos corrían el riesgo de ser cocinados. “Por eso escogimos precisamente este día, porque la previsión era buena”, explicaba la coordinadora de la actividad, Rosalía Bello.

Desde las diez y media de la mañana comenzaron a congregarse en el aparcamiento del Xoana Capdevielle toda clase de parabólicas reflectantes, que daban al lugar el aspecto de una estación de telemetría. Al otro lado, las mesas instaladas bajo las carpas ofrecían sombras a los comensales que esperaban a que la comida se hiciera evitando al mismo tiempo correr la misma suerte. Había de todo: pizza, brocheta con carne, e incluso callos, aunque el día invitara a algo más ligero e incluso, paradójicamente, más frío. “El menú es variado”, aclara Bello.

Diferentes usos
Ella misma, a sus veinte años de edad, es una veterana del encuentro, puesto que su padre la inició en los misterios de la cocina solar desde muy pequeña. “Yo llevo toda mi vida cocinando con energía solar, herencia de mi padre, que lleva desde el 93, y este es el séptimo encuentro solar”. Se mueve como una nativa por entre los electrodomésticos o “heliodomésticos” como alguien verdaderamente familiarizada con ellos, señalando sus diferentes propiedades y usos.


Ella, que hacía las tostadas con energía solar, explica los diferentes tipos de cocina: “Está la caja de cartón, que tienen menos potencia pero se hacen con pocos recursos, materiales reciclados a un coste de seis euros”. El secreto de fabricar un horno solar con una caja de cartón es que hay que aislarla muy bien para que no escape el calor.
También se pueden comprar ya listos otros instrumentos con una forma parabólica, que concentran la luz solar en la base de la olla o cualquier otro cacharro que se sitúe en su centro, así que funcionan como una cocina, y no como un horno. En total, ayer podía haber cuarenta de aquellos aparatos, algunos cocinando y otros no, en aquel aparcamiento del campus de Elviña.


Por supuesto, también es necesario aprender a usarlos, pero su manejo no entraña una dificultad mayor que una cocina de gas. Por supuesto, necesitan mucho más tiempo, por eso se deja lista la comida antes de irse de casa. Las de cajas de cartón, explica Bello cocinan a baja temperatura pero se pueden poner a punto a las ocho de la mañana, se orientan a la posición donde se situará el sol de las once y once y media, para que empiece a cocinar entonces y deje de hacerlo hacia las dos. “Nunca se quema la comida en este tipo de horno”, asegura la coordinadora.

Energía concentrada
Bello mostró la cocina más potente de la que disponían en la exhibición: un reflector Scheffler de dos metros cuadrados, que concentra el calor en un punto más alto que las parabólicas normales, pero que precisa ser posicionada de una manera muy exacta, siguiendo el eje norte y sur, en función de la latitud y del movimiento del sol. Afortunadamente, dos células fotovoltaicas permiten que se oriente solo. El reflector se sitúa en el exterior, y el rayo de luz concentrado entra por una ventana a la cocina. La joven realiza una demostración de su potencia: un simple cartón, comienza a arder en apenas unos segundos, como cuenta la tradición que ocurrió con las naves romanas en el asedio de Siracusa en el 212 a.C. por obra de los espejos de Arquímedes.
De aquello hace mucho tiempo, y del primer Encontro Solar, unos cuantos años. “Noto una diferencia de cuando era pequeña porque cada vez viene más gente”, asegura Bello. Un dato curioso es que no hace falta un fluido que distribuya el calor a todo el alimento. Eso significa que no hace falta ni aceite ni agua: “Unos champiñones, por ejemplo, no van a saber a nada más que a champiñones”. Y quizá un poco a rayos de sol.

Cocinar con sol no consiste solo en freír unos huevos en el capó de un coche

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