Reportaje | Ahí donde las salas no van por número y la sonrisa de los protagonistas sale más blanca

Reportaje | Ahí donde las salas no van por número y la sonrisa de los protagonistas sale más blanca
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Uno podría estar viendo una vida entera cintas en 35 milímetros y no acabar la colección del Fórum Metropolitano, que lleva 25 años colando títulos imposibles de ver por vía comercial. Su ofera se curte de producciones que no se amilanan si las butacas no se pueblan porque el arte está por encima de todo. Son películas alérgicas al doblaje que no necesitan el aplauso de las masas. 
Todo se pasa en versión original y con subtítulos y por eso acuden muchos alumnos de la escuela de idiomas, junto a los clásicos que nunca fallan. 
Y es que aquí donde las salas no se distinguen con un número, sino con el nombre de uno con barba y coruñés, Fernando Rey, el blanco es más blanco con el formato de antaño. Esta querencia a los orígenes no impide que recorran el cine actual. Lo proyectan en el segundo habitáculo que preside una rubia y con curvas. Marilyn Monroe es el complemento perfecto de Rey porque lo clásico se fusiona con lo nuevo y el espectador abarca el todo. 
El encargado de que la cartelera funcione de jueves a sábado, Guillermo Cosque, empezó a amar la gran pantalla con 14 cuando ayudaba a su padre en la bonita tarea de hacer soñar sentados. 
Cuenta que los arquitectos del Fórum Jaime López, Jaime Latas y Alberto Jorge Caamacho, reservaron un hueco al cine en el último momento y que antes de darle una finalidad cultural al bloque incluso se pensó en hacer una comisaría de policía o una bolera. 
Con toda la estructura montada para alimentar con ficción a la mirada, Guillermo (Mito) se preocupa de darle al cinéfilo lo que quiere, cintas de carácter más social que se van del guión en cuatro pases a la semana y para 144 plazas. Después de años proyectando tramas que aparecen directas y sin trailers, Mito comenta que hay un público fijo, que acaba la sesión y se va al bar de la esquina a comentar la jugada. 
Uno de ellos es Ramiro Valiño, que no se pierde una y a veces ve la misma por duplicado: “Forma parte de una afición importante y me da la opción de salir de la tiranía del cine comercial”. 
Viene desde Cambre y aunque reconoce que se deja caer en ocasiones en los cines de palomitas y refresco grande, cada vez “hacen más de lo mismo”. 
Ramiro admira el arte con mayúsculas. En su casa pinta y cuando se pone la zamarra, busca algo que le sorprenda. En el Fórum lo encuentra cada fin de semana. Esta semana lo hizo una francesa “Les cowboys”, “con una temática muy particular, pero si tengo que destacar una es la rumana de la semana pasada, ‘Sierra Nevada’, diooooooos, absolutamente memorable”. 
Antes de coger el coche, se mete en internet a leer alguna crítica, cada vez menos porque a sus 60 años con los ojos abiertos, se da cuenta de que el 99% no tienen ni idea: “Hablan de lo que les gusta y no les gusta sin pararse a contar cómo están hechas las pelis”. Él se reúne con los habituales del Fórum tras el “the end”. Reconoce que hay diversidad de opiniones, “pero eso es bueno”. Hasta que el calendario avisa de que es jueves y vuelta a empezar.

Más inversión en las salas
Echa de menos que el Ayuntamiento emplee más dinero en estos dos vestigios que se salvan de la quema: “Si lo sacan, no sabría qué hacer” porque aunque está el CGAI, por horarios y ubicación no le cuadra bien. Su corazón de cinéfilo empedernido con refugio en el parque Europa lamenta que sacaran el pase de las once de la noche. Se amolda a lo que hay. No le queda otra y en el arte que tanto aprecia, se queda con el contenido de una buena peli antes que con la técnica. 
Ramiro es una especie única: “Pido que a los frikis no nos dejen olvidados”. Mito lo lleva viendo años. “La verdadera cultura es esta, lo otro nos está atrofiando. Es una oferta que pasa por los números”. 
Para Valiño, la excelencia se muere: “Antes había dos canales en la televisión y echaban cosas mucho más interesantes que en los 40 canales de ahora. Por eso, es tan importante que Fernando Rey y Marilyn sigan dándole vida a largometrajes de otra raza. En 35 mm o con envoltura digital. l

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