La renta antigua y sus otros damnificados

La renta antigua y sus otros damnificados
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Por impopular, su situación es poco conocida y poco denunciada. Mientras la ciudad se lamenta por la desaparición de algunos comercios –El Pote, La Marola, Zapatería Rapaciños...– por culpa del fin de la renta antigua, nadie se acuerda de ellos aunque se consideren igualmente damnificados por esa norma. O incluso más, porque el cambio legal vuela de un plumazo los contratos con rentas mínimas para los bajos comerciales, pero para los dueños de los pisos de renta antigua no hay tregua.
Una se despide, pero el final de la otra depende de un fallecimiento y de múltiples factores adyacentes. Así es al menos como lo ven aquellos coruñeses que invirtieron en bienes inmuebles para asegurarse un sueldo con el que vivir una jubilación tranquila y los profesionales del sector inmobiliarios que los representan.
“A los pisos no se les acaba la renta antigua, dura hasta que muera el inquilino e incluso se subroga al cónyuge o pareja si lleva allí un mínimo de tres años”, cuenta la vocal del Colegio de Administradores de Fincas, Carmela Lavandeira.

a los hijos también
“A los hijos mayores de 65 años o menores de 25 y a aquellos que tienen minusvalías superiores al 65% también hay que subrogarles el contrato”, lamenta la experta, que asegura que la imagen que se tiene de los propietarios apenas tiene que ver con la realidad. Quizá lo tuviera en el pasado.
Si antes los que vivían de las cuotas mensuales eran personas con una posición más o menos solvente, ahora “muchos propietarios ni pueden vivir de forma desahogada y, sin embargo, tienen que arreglar los pisos, pagar las contribuciones...”.
Lavandeira comenta que hay quien emigró “y no tiene pensión”. “Muchos propietarios compraron un edificio con los ahorros cuando volvieron a A Coruña y ahora su único ingreso es un edificio de renta antigua que apenas les da rendimiento”.

en el centro por 60 euros
En este contexto, el colectivo de afectados considera injusto que mientras los dueños de los locales comerciales pueden adaptar los precios al mercado o  al menos se les abre la puerta para negociar con los responsables de los negocios y subirlos un poco más, ellos no tienen capacidad de reacción.
Si se rebusca bien en la ciudad, todavía aparecen casos extremos. En zonas como “los Cantones, San Andrés y la calle Real hay gente viviendo por muy poco dinero”. Gangas imposibles mientras los indicadores destacan el entorno como el menos asequible, tanto a la hora de adquirir una vivienda en propiedad como para alquilar.
“Yo, particularmente, llevo el caso de un piso muy grande en el Cantón por el que pagan 60 euros mensuales y otro en Primo de Rivera que sale por unos 80 euros miserables”, concreta Lavandeira.
La representante de los Agentes de la Propiedad Inmobiliaria, que sabe que la protesta está muy mal vista, recuerda que “quien tiene que garantizar la vivienda es el Estado, no el particular”.
En este sentido advierte de que, a medida que estas rentas antiguas desaparezcan por los fallecimientos, habrá un verdadero problema con aquellos ciudadanos cuyas pensiones no den para pagar un precio normal. “Deberían construirse más residencia s públicas o darse subvenciones a los alquileres de futuro”, propone, porque el sector cree que de lo contrario habrá más damnificados pro el camino.

La renta antigua y sus otros damnificados

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