El rechazo de los chabolistas a separarse de la chatarra demora varios traslados

El rechazo de los chabolistas a separarse de la chatarra demora varios traslados
Las máquinas contratadas por el propietario de la nave continúan con la demolición, que comenzó después de que el Ayuntamiento consiguiera sacar a los chabolistas de la zona | patricia g. fraga

La demolición de la nave de La Toja, en el poblado de A Pasaxe, que comenzó esta semana tras los trabajos preliminares, marca un antes y un después en la historia de este núcleo de infraviviendas, puesto que ha significado el realojo de siete familias que desde hace años (en algunos casos, más de 30), languidecían en chabolas situadas en la ruinosa nave. Sin embargo, al Ayuntamiento le está costando bastante más convencer de las bondades del realojo a los chabolistas que viven de la chatarra, unas ocho familias. Estas se niegan a abandonar sus precarias infraviviendas por pisos de alquiler como han hecho varios de sus vecinos (a Os Castros o a Eirís) y aún esperan que les ayuden a encontrar un hogar en la periferia, donde les sea posible almacenar el metal.


“Nos han dicho que puede tardar un año”, comentó Alberto Alegre, uno de los afectados. No es que los chatarreros sean muchos: desde hace años, las familias de A Pasaxe (actualmente, 35) sobreviven mediante una mezcla de subsidios sociales (la conocida Risga), furtivismo en la ría de O Burgo y venta de chatarra, aunque fuentes bien informadas apuntan a que solo una pequeña parte se dedica a ello a tiempo completo: “El resto vende un palé de vez en cuando”.

Disparate medioambiental
Justicia Social aún pretende reubicarlos en pisos. El problema es que los chatarreros “profesionales” están acostumbrados a almacenar al material al aire libre como, por otra parte, también hacen algunas empresas legales. El resultado es que, en A Pasaxe, cuando llueve, el agua arrastra los desechos hasta la ría de O Burgo, convirtiéndose en una fuente de contaminación. “A Pasaxe es una especie de Chernobyl en pequeño, un disparate medioambiental”, denuncian las mismas fuentes.

El desafío que se le presenta ahora al Ayuntamiento es hacer entender a los chabolistas que no pueden seguir almacenando la chatarra de la misma forma. “Se vayan o no a un piso, las ordenanzas medioambientales no permiten que alguien tenga almacenado el material de cualquier manera en el patio de su casa. No creo que a ningún vecino le gustara verlo”, señalan.

Zonas de almacenaje
Pero a las viejas costumbres les cuesta morir. Cuando hace un mes, la Concejalía de Medio Ambiente culminó la primera parte del plan de limpieza del poblado, después de años de abandono, los chabolistas se apresuraron a acotar el espacio despejado tras retirar 1.700 toneladas de desperdicios. Ese espacio acotado se destinó, precisamente a almacenar chatarra por parte de los propios chabolistas, bajo la vigilancia de la Policía Local, que se limitó a asegurarse de que no se levantaban nuevas infraviviendas en la zona recién despejada.

Además, esta actividad irregular supone otros peligros: los mismos chabolistas denunciaron que el incendio que tuvo lugar el mes pasado, que calcinó tres viviendas y que llevó al Ayuntamiento a anunciar la demolición de la antigua nave de La Toja se produjo, precisamente, porque algunos habitantes de la zona habían prendido un fuego para quemar unas neveras y despojarlas del revestimiento de corcho. El incendio se produjo de madrugada, y las víctimas perdieron todas sus posesiones.

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