Puertas con vistas al cielo

Sabía que tenía que ser la fotografía la que ocupara el grueso de su proyecto fin de carrera, pero no de qué forma. Así es que Amanda de Diego descubrió que sin querer se había llevado de los sitios hasta 800 puertas, además de nubes. Entonces pensó que, en realidad, estos tránsitos marcan no solo la entrada de una casa sino que arrastran vidas, las de sus dueños o inquilinos. Hablan de ellos.
La estudiante de Bellas Artes empezó a alimentar una idea en la que las puertas y las ventanas tienen vistas al cielo, poblado por algodones suspendidos y que para la coruñesa son “sentimientos que van y vienen”. Al resultado lo llamó “Encerrados”.
Son impresiones de 10 por 20, que monta después sobre la madera o el lienzo, una especie de collage superpuesto, en el que la instantánea no se manipula y corta un trozo de ventana o de puerta. Dice Amanda que cada una es única igual que el que vive en ella y si cuando lo presentó en Bellas Artes juntó hasta cien ejemplos, ahora agrupa una colección más grande porque cada punto que pisa lo retrata a través de los marcos que guardan perchas como los armarios.
De A Coruña se fue hasta la Ciudad Vieja y en Madrid, peinó La Latina y Chueca y en este último barrio se pueden ver alguna de sus criaturas. También paseó sus piezas por el Mercado de las Flores o los restaurantes Bocarrana y Otrosí.
Porque “estamos influenciados por lo que nos rodea”, la joven proclama que los elementos con bisagras son una metáfora de lo que cada estómago encierra.
En todo este tiempo, ha hecho clic en diferentes escenarios que hoy se pueden visitar virtualmente en www.amandadediego.wix.com/amanda.
Ahí explica que igual que el ser humano, “las puertas nos van mostrando una imagen marcada por la evolución de su vidas”. En este sentido, “Encerradas” ofrece pinceladas de esas biografías.
Cuenta que en una primera mirada, se va hasta posibles vivencias y herencias y con la segunda, “podemos entrever un interior más etéreo, amplio y cambiante al igual que los cielos”. Por todo esto, Amanda escoge la madera “por ser un elemento vivo” y sin querer vuela en sus vidas: “Sobre quien la creó, amó, agredió, mimó, disfrazó o pintó”.
Su muestrario de puertas y ventanas suma muchos años de trabajo y detrás de cada puerta, uno puede comprobar la localización.
A sus 22 años, Amanda se rodea de naturaleza, dice crear diálogo con ella que deriva en obras que constantemente le llevan a su origen, Galicia, su mayor inspiración.
De esta forma, el espectador se introduce en su microuniverso, donde impera un lenguaje que no entiende de tecnología. Va hasta la esencia y su puesta en escena es un pacto con el entorno, la vida y el espacio, simplemente el “amor a la nación y orgullo por un lugar con el que me siento identificada”.

Puertas con vistas al cielo

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