“Puedo hablar de cualquier cosa en mis canciones porque lo camuflo”

“Puedo hablar de cualquier cosa en 
mis canciones 
porque lo camuflo”
Para Gonzalo Fraga, la música es la mejor terapia con la que descarga sus sentimientos

Le cantó al desamor. Lo ubicó en Rusia, aunque, en realidad, respira del atlántico y camina entre las piedras compostelanas. Su canción “Dasvidaniya” fue elegido hace unas semanas por el concurso británico UK Songwriting Contest como la mejor dentro de una categoría, Open Category, en la que “caben distintos géneros como la ópera o la música étnica, en otro idioma distinto al inglés”. De ahí, la dificultad de sobresalir por “el popurrí de estilos que optan a premio”.
Sin embargo, Gonzalo Fraga convenció: “Estoy muy contento y aunque ya había conseguido alguna final”, nunca se subió al podio y el certamen, sobre todo por su origen británico, motiva. Lo mismo que el pop, que le pone banda sonora a los capítulos de su vida más difíciles de digerir y otros más triviales. En concreto, la que le dice adiós en ruso es una balada.
En ella, “me despido de una persona muy especial” con el país estepario como leitmotiv, “pero podía ser cualquier otro sitio” porque los lugares a los que se aferra Gonzalo “son de aquí”. No los quiere hacer públicos así que se los guarda para él y los esconde entre otros, “que suenan bien fonéticamente”.
Los escenarios existen, igual que la historia. Define el tema como “completamente triste”, tan amargo como necesario para “desquitarse”. El coruñés asegura que escribirla le sentó bien, “fue como una terapia” en una forma de hacer que se va por el camino de las emociones y se ralentiza o coge impulso y se mueve entre el pop y el rock.
El primero de los repertorios lo agrupa en el proyecto “Diván japonés”, como la obra de Toulouse-Lautrec. Cuenta el artista que veía todos los días una copia desde su puesto de trabajo y que su título le inspiró para bautizar a todo lo que hace más pausado y que se puede escuchar en Spotify.
Su otra vertiente, “la más comprometida y ácida”, se concentra en “Ballon Captif”, globo cautivo, y corresponde también a un mural que descansa en la oficina y que pone en fila a un ejército de globos aerostáticos, “en los que la gente de París podía dar paseos”.
Aquí le da cobijo a otras canciones más dispares, donde “puedo hablar de cualquier cosa porque lo camuflo”. Gonzalo tiene la maestría crear “un mundo a mi manera” para que el oyente también lo interprete al gusto. A “Davisdaniya” le colocó un piano, el de Federico Mosquera y le puso la voz de Carlota Soto.
Con esta sencilla puesta en escena, llegó directo a la patata de los que organizan la cita cada año y que se molestan en ofrecer mucha información y ser amables, destaca el compositor. Ahora, con el trofeo en la estantería, el autor le agradece a la música lo que ella le da a modo de psicoanálisis.
En este caso, la que recibió premio surgió en el verano de 2014, “una época en la que suelo estar inspirado”. Dos años después, afirma que está superado, pero los coletazos del idilio que se fraguó en A Coruña llegan todavía a una isla. Tienen recorrido.

“Puedo hablar de cualquier cosa en mis canciones porque lo camuflo”

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