“No soy yo quien canta el fado, es el fado el que me canta a mí”

“No soy yo quien 
canta el fado, 
es el fado el que 
me canta a mí”
La portuguesa trabajó cuatro años para construir su particular viaje por los estados del alma

Dulce Pontes peregrinará el 11 de febrero por las emociones en un Palacio de la Ópera que la recibirá sentada al piano. La portuguesa llega con un trabajo que masticó durante cuatro años donde le dio tiempo a girar, disfrutar de la familia y estar consigo misma, que es clave para conectar con eso a lo que le canta.
De todo ese mejunje sale “Peregrinaçao”, que como todas sus criaturas musicales, tiene el don de llevarle por un sitio e instalarse en el otro: “Intenté escribir sobre distintos estados del alma a través de la poesía porque uno busca en la música y en las artes en general ese contacto como un peregrino, de forma que intenta tocar algo que le trascienda”.
Eso fue lo que hizo Dulce en el álbum que presentará en la ciudad, al que le dio forma en su casa de Bragança. Esta circunstancia le hizo arañarle horas al reloj para experimentar y pensar en cosas que de otra forma no haría.
Las canciones le empujaron hasta la cocina y allí se hizo con botellas y panelas, que le dan una sonoridad diferente a las composiciones y hacen que el conjunto suene casi sin piel.
Desnudo y ausente de capas, “Peregrinaçao” es Portugal porque “mi camino siempre ha sido mi patria. Después me apasiona Argentina, la poesía y los clásicos como “Asturias” o “Aranjuez”. Confiesa que nunca tuvo en mente trazar con música su Camino de Santiago particular, pero sin querer acudió a otras latitudes y fue construyendo.
Aún así, “Portugal está siempre en los arreglos y en la forma de interpretar”. Es quien le da su prisma personal. Con la voz de Fernando Pessoa viajando en dos melodías junto al argentino Raúl Carnota, que “no llegó a escuchar ‘Asturias’”.
Pontes traerá el fado, como no, porque “no soy yo quien canta el fado, es el fado el que me canta a mí”. Lo asegura en una canción y no lo puede evitar. En esta caso, revisita dos en un disco, “donde hay mucho de José Afonso y de la música nacional portuguesa”.
Y es que Portugal no es solo fado ni fado pop. Aplaude la liberación de este género después de años encerrado, pero esto no quita que reivindique el folclore que sale de las mismas entrañas y que está abandonado. Entre tanto, cuela un tema de “Martín Códax” que conoció gracias a Carlos Núñez donde aparece un universo diferente: “No sé si a él le gustaría lo que hice”.
Dulce Pontes divide el trabajo en dos: “Nudez” y “Portas de abrigos”. En el primer CD canta en castellano y en el segundo aliña el portugués con el galaico-portugués y el inglés. Todo rebozado con las cuerdas de un piano al que le cuesta domesticar: “Lo empecé a tocar en una gira por Holanda y acabé con los dedos destrozados. El segundo día me faltaba un poco de uno”.
También lo golpeará en el auditorio coruñés “con mucha fé y voluntad” para hacer subir al escenario a esos lugares de abrigo, que, en realidad, son personas y momentos que ha vivido, salpimentados de Argentina y clásico. Dulce recordará de nuevo a “Alfonsina y el mar”, a “La leyenda del tiempo”, de Camarón o “La Bohème” de Charles Aznavour. En un recital promovido por Cávea Producciones que se presenta como único en su especie en toda Galicia.

“No soy yo quien canta el fado, es el fado el que me canta a mí”

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