Nave 1839 redefine su oferta antes de que la Intermodal marque su fin

Nave 1839 redefine su oferta antes de que la Intermodal marque su fin
El local tiene un público fiel que acude los fines de semana con cita | patricia g. fraga

En la Nave 1839, la programación adelgazó en los últimos meses porque la fecha de caducidad está cerca y las obras de la estación intermodal, previstas para este año, marcarán el último acorde desde el andén A esto se une que los 27 que piensan cómo alimentar a la ciudad de buena música decidieron programar de cuatro a dos eventos al mes ya que el ritmo anterior era incompatible con sus vidas. Sin embargo, alternar cultura cada dos semanas no hizo menguar el número de adeptos que se adentran los fines de semana por los intestinos de San Cristóbal.

Cuenta uno de los programadores, Edu Poch, que hasta ahora se centraron en la música: “El 90% fueron conciertos, combinando bandas de fuera con las locales”, pero que en las últimas asambleas optaron por darle un poco más de cancha a otras disciplinas. Abrirse a la ilustración y empezar con lo audiovisual al contar con proyector. También barajan ofrecer danza y performance antes de que las palas entren en el perímetro. Y es que espacio tienen.
Lo que se levantó como almacén, es hoy un almacén pero para la creatividad, coordinado por muchas manos que cambiarán su forma de trabajo para llegar a más público: “De manera natural nos estaban entrando propuestas musicales y eso es que la máquina funciona”. Redefiniendo el calendario, la última etapa de la Nave 1839 se presenta variopinta, echándole un cable a toda la familia de dibujantes con prefijo 981 en eventos como el “Autobán” y dando cobijo a creadores de distintas razas.
En un contenedor que es ejemplo de autogestión, los socios trabajan a distintos tiempos en función de su vida laboral y personal. Esto es, los 27 no están activos a la vez, aunque sí algo menos de la mitad. Como resultado de su esfuerzo, está el público que acude a su llamada y “está atento al programa”.
Es más, asegura el músico, que si no conocen al grupo, vienen igual “porque se fían del criterio”. Es un premio a años intentando escapar de lo de siempre.

El local empezó llamándose La Casa Tomada, tomando el cuento de Cortázar como referencia para acabar como Nave 1839 y seguir la misma línea de financiación. Ven próximo el momento de hacer las maletas, algo que se puede alargar ya que el Ayuntamiento pidió cambios en el plan y eso pasa por rehacerlo. De todos modos, señala Edu que empezarán a buscar un nuevo hogar para encerrar sus inquietudes y expandirlas: “Tenemos ideas en la cabeza y la vieja cárcel siempre estuvo ahí. Pensamos en hacer cosas los dos colectivos” y por eso, entre sus propósitos de primeros de año está el de iniciar conversaciones con los de Proxecto Cárcere para que no se queme la nave y pueda continuar dando cuerda a la “cara b” de la ciudad.
La Nave 1839 se define en su web como una asociación cultural cuyas actividades son exclusivas para personas socias, que se pueden dar de baja cuando quieran.

Voluntarios
Está atendida íntegramente por personas voluntarias en su tiempo libre, sin percibir ninguna compensación económica. Abierta a acoger todo tipo de actividades (charlas, proyecciones, jornadas, encuentros, etc), su voluntad es proporcionar en la ciudad un espacio y unos recursos que posibiliten el disfrute y desarrollo de proyectos culturales, artísticos y sociales. La asamblea de programación evalúa todas las propuestas recibidas y elige cuáles tienen cabida en el edificio.
La estación intermodal pondrá el punto y seguido porque la intención es la de no parar de lanzar alternativas de ocio en directo. Con o sin vistas a los raíles del tren.

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