“La música es el esperanto del mundo porque llega por sí misma a todos”

“La música es el esperanto del mundo porque llega por  sí misma a todos”
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Rosa Cedrón no tiene nada que perder porque llegados a este momento, no hay miedos y sí ganas de hacer lo que le apetece, sin pensar en las consecuencias. Después de tocar el suelo y rebotar, la coruñesa presenta su disco más personal. La voz está para emocionar, dice, y tal y como anda de revuelto el mundo de la música, la cantante habla de satisfacciones y de madurez. 
De estados vitales que “te llevan a un lado y a otro” y de un botón, el que permite escuchar los nuevos temas de “Nada que perder”, “una declaración de intenciones” desde la portada, donde aparece sin ropa y abrazada a su violonchelo con quien se reencuentra, hasta el título. 
En este sentido, “siempre he sido muy valiente, muy de tirarme a la piscina” y aunque “soy consciente de mis limitaciones”, Cedrón contempla la posibilidad de hacer tirando de las cualidades, que las tiene y muchas. Para que el resultado fuera redondo, antes tuvo que trabajar “muchísimo” los temas: “Fue un reto y además muy divertido”. 
En él, destila letras en gallego, “porque forma parte de mi vida y me acompaña allá donde voy” y en castellano, pero, de alguna forma, quiere meter en el disco parte de todo ese mundo que ha pisado y se va hasta el francés: “Este país agradece mucho que tengamos la deferencia de cantar en su idioma porque son muy defensores de lo suyo” y la especie de “cajón desastre” coge forma sin etiquetas. Porque para ella “la música es el real esperanto del mundo porque llega por si misma a todos”, Rosa lleva a los suyos por distintos estados o modos de expresar. En este sentido, asegura que no sigue un método: “Es algo intuitivo”, pero sucede y cuando pasa, la músico lo lleva a su terreno: “A mi modo de sentir y expresar”. 
A diferencia de otras músicas, “que se nota que están hechas por el libro y para vender”, la espiritual llega al interior. No está pensada para ser consumida rápidamente porque “son músicas del alma”. Cedrón afirma que en este disco, esta le ha dado muchos regalos y los temas sin querer hacen un recorrido vital por los últimos diez años o incluso antes y “por el que lleva esperando el momento”. 
En 2007, con “Entre dous mares”, la artista ya dio algunas pistas de hacia donde quería dirigirse. El disco fue una pequeña transición, “un puente que decía vengo de aquí, pero que sepáis que voy a ir a los lugares más insospechados”. 
Después está el violonchelo, “que siempre ha estado ahí”. Cedrón califica su relación con él como de amor-odio porque el instrumento no se ha ido: “Vengo de la música clásica, pero me aparté un poco del cello por decisión propia al estar saturada de tantas  horas”. Y como todas las relaciones, la suya tiene altibajos para volver a cogerlo ahora con fuerza e ir más allá: “Quise investigar otras formas de hacer para darle una presencia que pueda sustituir a la voz”. Es así como la creadora le da una vuelta de tuerca. Lo utiliza de otro modo y el resultado “es muy original” porque “logro texturas personales”, sonidos diferentes porque al final los artistas “usamos sonidos que vienen de la misma máquina”. 
Después de un pequeño aperitivo en Fnac, el viernes pasado, la que creció en la segunda fase del polígono de Elviña abrazada a un violonchelo, hará una presentación en condiciones de lo que es ya su apuesta más arriesgada. Entre tanto, le da gracias a todos los puntitos que suma en las redes sociales porque “siempre me han tratado con cariño y es una suerte”. Asegura que sus fans jamás han alzado la voz con desprecio para criticarla y la crítica cuando es de corazón, llega. Igual que la música.

“La música es el esperanto del mundo porque llega por sí misma a todos”

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