Sobre la misma baldosa donde oyó silbar a la flecha

Sobre la misma baldosa donde oyó silbar a la flecha
La muestra organizada por la casa museo reúne hasta cuatro generaciones en el mismo punto que las mujeres buscaban para posar pedro puig

Ella llevaba mantilla porque era jueves y santo y él la miraba como el primer día sobre la baldosa que ayer volvió a pisar. Y es que el destino quiso colocar la fotografía que su hija mandó a la casa museo Pardo Bazán de los dos al lado de su monumento en la misma parcela donde Aurora supo que Guzmán sería su compañero para toda la vida. Allí, lo conoció y al mismo tiempo notó pasar la flecha esa que dicen que vuela rasa y apunta al pecho, así que cuando llegó a casa se lo contó a su madre: “Me dijo que estaba tonta y me preguntó si era guapo. Yo le dije que no porque Guzmán no era guapo en un primer impacto”, pero la belleza no es necesaria cuando la historia la dicta el corazón y en este caso, la suya, la de Guzmán y Aurora, duró hasta siempre porque aunque él ya no está, su recuerdo lo mantiene vivo.
Hoy chispea en el Obelisco con otros 190 momentos más que le dan la mano a la que luchó por los derechos de la mujer, la que recibió críticas y reproches por su carácter liberal y la que los convirtió en avances para las generaciones venideras.
Cien años después de que doña Emilia bromeara al verse retratada en metal y participara en un convite posterior en la plaza de Lugo donde el plato se costeó a diez pesetas, los coruñeses comparten con sus vecinos un domingo de estreno en Méndez Núñez como el de Chelo, que posa “toda almidonada” con Elena y Cheché, sus hermanos. Dice que tenía tan solo dos años, pero que se acuerda perfectamente: “Hoy nadie se da cuenta de los días en que te sacan fotos, pero a mí se me quedó grabado”. No se separó nunca de ella, al igual que Gloria, que cogió un barco en el 55 y se llevó el retrato con su amiga Marujita en la cartera. Treinta y cinco años más tarde, el recuerdo sigue yendo con ella a todas partes.
La exposición “100 anos de historias. O monumento a Emilia Pardo Bazán como pano de fondo. 1916-2016” confirma que las mujeres buscaban situarse cerca de Emilia para recibir el disparo del fotógrafo. El concejal de Culturas, José Manuel Sande, habló ayer de su dimensión social. El secretario xeral de Cultura de la Xunta, Anxo Lorenzo, señaló la importancia de los que, como ella, abrieron camino y Ana López, la gerente de Marineda City, adonde irán a parar en un segundo paseo las imágenes, aseguró estar orgullosa de que el centro pasee el nombre de su ciudad imaginaria. Xulia Santiso, la capitana de la casa-museo, explicó que la muestra fue una suma de vectores. Solo así, se pudo materializar un homenaje sencillo, que editará la Diputación, tal y como a la condesa le hubiera gustado. Sin alardes.
Sobre los cubos, se pueden ver hasta cuatro generaciones juntas y a una niña con un carrito de bebé de juguete. Se acababa de quedar huérfana de padre y sin querer, una de las mejores plumas escribiendo cuentos le puso el telón de fondo al instante de la pequeña. Esa foto fue más que una foto porque viéndola aún ahora, la arrastra hacia su casa de Azcárraga donde tuvo que tragarse la pena. Y entre el drama, la comedia, protagonizada por cuatro alumnas del Femenino que cansadas de la física cuántica, lataron en el 45 y dejaron la prueba para la posteridad.
En los paneles, Lupita le sonríe a su padre, que porta entre sus manos una cámara que trajo de Venezuela, al parecer, una virguería para la época que la mujer depositó con el papel en blanco y negro y la historia de ser, nada menos, que la cigarrera que cerró la puerta de la Fábrica de Tabacos. Irene aparece en un verano caluroso de los 70 cuando jugó a ser turista en su propia ciudad y a sus cinco primaveras, pero también a sus 14 y a sus 17 sale Elisa en el reducto donde Pardo Bazán recibe honores.
Su marido Francisco también luce pololos y, en definitiva, no hay mejor forma de celebrar la fecha que con el poso que dejó en días de vino y rosas, cuando los selfis estaban a años luz de entrar en escena.

Sobre la misma baldosa donde oyó silbar a la flecha

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