El mejor roscón, bien vale un madrugón

El mejor roscón, bien vale un madrugón
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En un día como el cinco de enero, una cola de varios cientos de metros es uno de los mejores indicadores de que cerca existe una confitería que despacha, a ritmo frenético, roscones de Reyes.
A casi nadie le importa el frío, lo temprano que haya que levantarse, o las horas de espera en plena calle para hacerse con el dulce preferido de cada uno. Los hay quien cumplen el ritual por pura tradición, otros por satisfacción y gusto y, los menos, porque tienen vacaciones y es a quienes le toca ocuparse de esta tarea para que toda la familia tenga su ración de azúcar el dDía de Reyes.
Esta misma estampa es la que se vivió durante todo el día de ayer en las inmediaciones de confiterías tan conocidas como Glacé, en la plaza de Vigo, la confitería “La Coruña” en San Andrés, o Flory, en el Agra del Orzán; templos sagrados del Roscón de Reyes en la ciudad.

Tradición y sabor
El éxito de estos productos no deja de ser, como dicen los propios “artistas del azúcar”, la forma artesanal de elaboración y el cuidado que se pone en cada pieza. Todos siguen recetas familiares, creadas por antepasados hace decenas de años, pero que  a pesar del paso del tiempo no han perdido nada de su atractivo.
Los clientes tampoco quieren dejar de lado esta tradición a la hora de llevar a casa el roscón “de toda la vida”. En algunas familias no se ha probado otro dulce en generaciones. “Mis hijos han tenido este roscón todas las Navidades y también mis nietos”, explicaba ayer un señor en la cola de la plaza de Vigo. Ha probado otros, pero confiesa que sigue encontrando en Glacé lo que más le gusta.
También tiene sus fans incondicionales la confitería de Francisco Añón. En la esquina con Villa de Negreira está otro de los puntos calientes de la ciudad en días como el de ayer. Y también hoy, porque en Flory se seguirán despachando roscones durante todo el día. Y no solo para los más rezagados, sino también para los más golosos. Esos en cuyas casas se comen hasta tres y cuatro roscones.
Para Carmen, que ayer hacía cola en este establecimiento, los días 5 y 6 de enero de cada año son de los pocos en los que se junta toda su familia en su casa. Sus cuatro hijos y todos sus nietos vienen a casa de la abuela esperando cumplir con la tradición de degustar en familia el roscón. Por eso, compra dos cada día. “Y por ellos, nos comeríamos diez entre todos”, bromea.
El tradicional roscón de Reyes es una de las pocas cosas que no se ha visto desplazada por la crisis en muchas casas. “Será más grande o más pequeño, pero el roscón siempre está”, subrayaba Carmen. En las confiterías artesanales de la ciudad, se pueden encontrar de todos los tamaños, con precios que oscilan desde los siete euros los más pequeños hasta casi los 40 para las piezas más grandes.
Todos se pesan individualmente y el cliente no tiene más que elegir el suyo y llevárselo perfectamente envuelto. 

El mejor roscón, bien vale un madrugón

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