Más de 70 ilustradores visten Afundación de siglo XXI en “A arte no cómic”

Más de 70 ilustradores visten Afundación 
de siglo XXI en 
“A arte no cómic”

Lo que se puede ver en la sede de Afundación desde ayer es el siglo XXI vestido de arte. El cómic se presenta en los grandes museos como una línea a seguir y el edificio con forma de ola no hace más que seguirle la corriente a los centros que son referencia y eco de lo que se mueve por dentro y fuera del lienzo porque, en la actualidad, la creación no tiene marcos y chupa de distintas disciplinas a la vez.


Cuenta el comisario de “A arte no cómic”, Asier Mensuro, que empezó el Louvre de París en 2006 adquiriendo una colección de cómic, que expuso ese mismo año y seis más tarde. Le siguieron el Orsay y el Pompidou y en España, el Thyssen hizo una apuesta valiente por el género. Después vino el Prado y a nivel institucional, la Fundación Telefónica metió el hocico a ver qué se cocía entre viñetas para recolectar hoy en día unos fondos que ya se pasean como únicos.


Una buena parte están aquí en una muestra en la que se explica con obras esa conexión entre arte e historieta como un ejemplo de cómo la creatividad se expande. Se sirve del pincel y cambia al lápiz o es instalación. Más de 70 ilustradores reinterpretan piezas claves de la pintura en una iniciativa de la Fundación Telefónica en colaboración con Afundación, que se suma al listado de entidades interesadas por el cómic, siendo la primera privada en adquirir originales para sus fondos. Los firma Jacobo Fernández y están inspirados en 26 piezas de la colección.
“A arte no cómic” se divide en tres apartados. Por un lado, están los que responden al encargo de un museo con dos inéditos del Prado y Thyssen que todavía no se presentaron y por otro, los que van por libre pero en los que la pintura es guion o inspiración o simplemente un telón de fondo sobre el que pasan cosas.
En una tercera parcela, acampan los gallegos, con un coruñés como Brais Rodríguez “que no entiende su trabajo como para publicarlo en grandes editoriales sino que usa el cómic como lenguaje artístico, de tiradas limitadas que después vende”.


Así que el autor despliega cerca de diez piezas y en una vitrina muestra el proceso con un audiovisual que ayuda a entenderlo todo: “Trabaja mucho con las texturas”. Jacobo está con una historieta pequeña más el encargo “Pikiblinder”, poblado por obras de Leiro, Lugrís o Laxeiro. Finalmente, Miguelanxo Prado completa el puzzle.

Seis premios nacionales
Entre los autores, hay seis premios nacionales, recuerda el comisario, que explica el origen, de cuando el Louvre abrió miras y le encargó a Enki Bilal un proyecto. El resultado fue “Los fantasmas del Louvre”, para lo que hizo más de 200 fotos y seleccionó 30. Sobre ellas, pintó fantasmas que murieron “en circunstancias extrañas y relacionadas con obras de arte”. De la mano de Fabrice Douar, editor del museo, y Sébastien Gnaedig, director de la editorial “Futuropolis”, la colección empezó con historietas que tienen un denominador común: En ellas, los protagonistas son las obras que cuelgan de sus paredes.


Y si para el Museo de Orsay, Catherine Meurisse eligió a Monet y a su Olimpya y la convirtió en aspirante a estrella, Manuele Fior pintó la vida de Manet. Por su parte, Edmond Baudin reinterpretó al gran Dalí para una antológica que organizó el Pompidou sobre el catalán y el Thyssen escogió a Miguel Ángel Martín para que plasmase sobre el papel arte pop: “En una tira, se puede leer cómo uno dice que sus favoritos son Duchamp y Warhol porque el primero mató al arte y el segundo lo enterró”.


Son, en definitiva, licencias que tiene el tebeo y si Álvaro Ortiz se fue hasta Caravaggio, David Sánchez y Santiago García recogen los cuadros que concentran más miradas al día en el Thyssen, dados la vuelta, en una revisión que pasa por el efecto imán que tiene las planchas de David Aja, con seis premios Eisner en la estantería.


La exposición se compone de pequeños homenajes a la pintura. De Paco Roca colocando el “Guernica” entre sus páginas o de tiras, que no son versiones de piezas concretas sino reproducciones de estilos de grandes.


Así, Miguel Gallardón coge el estilo de Miró en un mosaico donde entran hasta 32 nombres fácilmente reconocibles. En la misma publicación, una composición recuerda a la que pintó Gericault para representar “La balsa de la medusa”. Por último, la primera planta se alimenta también de personajes pictóricos, que sirven a los viñetistas para hacer humor. Es el caso de Enrique Ventura, que cambia al astrónomo de Vermeer por Bush: “Cogen un cuadro, lo recrean y le añaden un plus”.

Escenario
La directora de la Colección de Arte de Fundación Telefónica, Laura Fernández, explicó en la presentación que esta muestra encaja como un guante en una ciudad que respira cómic. Además, lo que se puede ver hasta el 6 de enero se completa con un programa educativo para todos los ciclos escolares, al que ya están apuntados mil alumnos “de maneira que os cativos se acheguen á arte non tan convencional e máis divertida”.


Los pequeños podrán viajar hasta París sin moverse del sitio para contemplar “La coronación de Napoleón”, en versión viñeta de Christian Durieux; o “La Gioconda”, que es pop con Marc-Antoine Mathieu. Javier Olivares, Premio Nacional de Cómic de 2015 y Santiago García dan su visión de “Constructivo en blanco y negro ‘TBA’”, de Joaquín Torres-García, y Moreu le rinde tributo a Picasso, Tápies y Magritte y salen a rodar “Le peintre au travail”, “Assemblatge amb graffiti” y “La belle Societé”. Porque en el cómic todo es posible, la exposición tiene alas para sobrevolar por distintos siglos. Ser una corriente dentro de otra o hacer que las Meninas se tornan macarras.

Más de 70 ilustradores visten Afundación de siglo XXI en “A arte no cómic”

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