La magia que pretende acoger lo relevante en una simple estantería sueca

La magia que pretende acoger lo relevante  en una simple estantería sueca

Al mismo tiempo que piensa una casa en un pueblecito de Bruselas llamado Leuven, el vigués Tomás Alonso encierra su filosofía en la galería Vilaseco. Cuelga de la pared sus influencias y venera al objeto, que está por encima de todo lo demás, incluso del creador. El que diseñó estanterías para Ikea y se fue hasta el granito de Vincios y los castaños ourensanos para presentar una minicolección exclusiva con Sirvent eligió un cucharón japonés para explicar en Padre Feijóo que el utensilio es así por la forma que tienen de golpear el martillo contra el aluminio, “un proceso que hay que respetar”. 
Tomás sumó ayer su visión al ciclo “12 miradas” con una conferencia que viene a completar la muestra donde lo industrial entra por la puerta en su esencia. Viaja por países donde Alonso fue clavando piquetas y se hace grande en la cabeza del curioso. En este caso, Alonso coloca dos nombres: el de Achille Castiglioni, un referente para él, y el de Díaz Pardo, que aparece en la portada de un libro que compró hace años “Arte e industria”. 
Tomás asegura que el volumen le ayudó a entender cómo los dos ámbitos tienen que caminar de la mano: “El diseñador no trabaja nunca como una isla”. 
Lleva 20 años lejos del terruño. Vivió en Estados Unidos, Inglaterra, Italia y Australia y aunque afirma que su universo tiene mucho de gallego, está “abierto a las distintas formas de pensar” porque “cada proyecto es un mundo”. Para que uno le haga clic en su cabeza, “lo primero es que tiene que ser funcional” y lo segundo y más importante, ha de ser relevante en su contexto. 
Con esta premisa, creó las estanterías para la multinacional sueca: “Tenían que ser muebles para espacios pequeños y dirigidas a gente que se muda constantemente”. Así es que se inspiró en Japón donde los “kamois” permiten colgar multitud de cosas a través de raíles anclados a la madera que se adaptan según las necesidades. En otro proyecto “Lines & waves marble” acudió al mármol para encajar con ondas la base de una mesa con las patas, algo que ya practicó en un juego de té. 
Tanto en uno como en otro, la criatura que sale de su imaginación no pierde la magia: “Ya sea solo o un producto en serie”. Y es precisamente esto lo que le empuja a seguir aceptando retos como el que lo puso a diseñar para Swarovski una línea de platos y contenedores. No tenía nada en común con la firma, pero encontró esa afinidad en los colores que pasan por dentro del cristal y en concreto, en una línea “donde potenciaron esta idea echándole pigmento a la cola”. 
Asegura que al igual que los objetos tienen magia, su profesión también porque “te permite trabajar en contextos muy diferentes y con gente muy diferente”. 
De un artesano de la plata vienés, pasa a una gran marca como Max Design o Camper para lo que está semanas estudiando “en lo que te estás metiendo”. A esto le sigue un período de entendimiento donde Tomás se mueve con bastante libertad. La suficiente como para seguir siendo relevante en su contexto. Palabra de diseñador. n

La magia que pretende acoger lo relevante en una simple estantería sueca

Te puede interesar