La magia de Melies invade Méndez Núñez en “Comeza o espectáculo”

Georges Melies tardó cuatro meses en materializar su viaje de ficción a la luna; Emilio Martínez-Lázaro repensó “Ocho apellidos vascos” en cinco años. Para ponerle alas al cine “espectáculo”, el francés necesitó cien nombres que añadir a los créditos. Cinco mil necesitan hoy en día las grandes producciones. Sin embargo, la exposición “Comeza o espectáculo” confirma que hay algo que permanece inmutable. La magia.
La retrospectiva sobre el inventor de artefactos de la obra social La Caixa se coloca en Méndez Núñez, uno de los epicentros cinéfilos donde no hace mucho los coruñeses alimentaron su imaginario las tardes de domingo. Lo hacían en compañía, nunca solos, como cuando las primeras películas del cineasta se exhibían en ferias y la gente las veía de pie, hablando entre ellos y fumando, comentó el comisario Sergi Martín.
Ahora que el consumo del séptimo arte se aísla como casi todo, la entidad pone a desfilar sus orígenes para confirmar que todavía salen chispas de él, algo que sorprendería a los Lumiere. Cuenta el experto que los hermanos se apuraron a lanzar un mensaje apocalíptico a sus empleados. Solo le daban 18 meses de vida al cinematógrafo, que hoy descansa en una vitrina. Melies fue uno de los culpables de que hoy subsista porque “estaba nunha rúa sen saída e a súa aparición foi fundamental”, indicó el concejal José Manuel Sande.
Y es que a los asuntos breves y caseros y los acontecimientos que Edison o los Lumiere filmaron, George Melies les puso ambiente: “Hai relato e certo collage do existente, pero tamén atracción”. Culpa de que esto ocurriera la tuvo también el hecho de que el padre de los Lumiere se cruzara en las escaleras con Melies un 28 de diciembre de 1895 y lo invitara a la presentación del cinematógrafo. Contó Sergi que al verlo ya le entraron ganas de hacer cine: “No le quisieron vender la máquina pero él quería comenzar a contar historias”.
Los coruñeses tienen por delante hasta el 16 de diciembre para pasear por la vida de una chistera, “el primero que contó cuentos”. Y con él, curiosidades como que “Viaje a la luna” se alquiló en las salas de Nueva York y París por 800 francos, 600 más en caso de quererla en color. También que fue la primera película, de 14 minutos y doce segundos, un tiempo excesivo para la época. Al parecer, muchos se negaron a proyectarla, según el alcalde Xulio Ferreiro.
Su luna invadida por un proyectil se convirtió en símbolo. Con él, llegaron los efectos especiales y la fantasía. Su cine viajó de Francia a Estados Unidos y por primera vez, se inyectó diversión a la instrucción. Sergi explicó que Melies hizo popular el noticiario y en sus más de 500 largometrajes, pensó en el público. No dejó de hacerlo porque su visión fue la de un contentador de masas: “Fue el primer director que controló lo que demandaba, él consiguió que fuera un espectáculo colectivo”. Para que toquen y se diviertan “Comeza o espectáculo” retrata el proceso de indagación, de cómo sacó de su cabeza elementos ópticos y los puso a rodar para dejar perplejos a los espectadores: “Abre a espita”, señaló Sande.
Por los trucos y los documentos gráficos de cómo acabó regentando una tienda de juguetes, aturdido por el estallido del primer conflicto mundial y la prohibición del cine en todos sus formatos, la exposición es una oportunidad. Pocas veces se mostraron los orígenes, según Sande, y las imágenes construidas como retablos compositivos se concentran junto a los primeros anuncios publicitarios rodados por el genio que supo meter en el saco el universo de Jean-Eugene Robert-Houdin con la cinematografía de Marey. Todo eso salpimentado con pirotecnia, efectos ópticos, desplegables horizontales y verticales, paradas de cámara y fundidos encadenados. Parte está hoy en una ciudad también de cine, casa de José Sellier, que fabricó la primera película gallega “Entierro del General Sánchez Bregua”, tal y como recordó Sande.