Los peritos relatan la “extrema violencia” con que Estrada mató a los mellizos

Los peritos relatan la “extrema violencia” con que Estrada mató a los mellizos
mar longueira abandonó la sala entre lágrimas durante el relato de los forenses quintana

La tercera jornada del juicio por el asesinato de los gemelos de Monte Alto estuvo centrada en el relato de los peritos que acudieron a inspeccionar la vivienda donde tuvo lugar el crimen. Los miembros de la Policía Científica describieron con detalle la escena que encontraron el 21 de agosto de 2011 que calificaron de “impresionante” y con una “violencia extrema y poco frecuente”. Explicaron que, nada más llegar a la casa, vieron a Javier Estrada sentado en el salón con la ropa ensangrentada y en actitud “normal”. Algo que no hacía sospechar las dantescas imágenes que se sucederían en las otras habitaciones. Por el suelo, según los peritos, había restos de tablones de madera, unos siete pedazos que se habrían empleado durante el crimen.

En uno de los dormitorios hallaron al más pequeño de los gemelos, acurrucado en un sillón y con signos evidentes de violencia. Como ya se había mencionado durante la investigación, había masa encefálica y restos óseos que evidenciaban los fuertes traumatismos que debió sufrir el menor en la cabeza.

Pero lo peor, según los agentes, estaba en la cocina. Allí se encontraba el otro gemelo, el que supuestamente era “más fuerte” y se encaraba más con Estrada. Según una de las psicólogas forenses, el asesino confeso, se había “ensañado” más con él. La Policía Científica halló restos de sangre por toda la cocina, tanto en el suelo como en las paredes, “incluso en el techo”.

Los forenses añadieron que ambos niños presentaban heridas defensivas y que la mayor parte de las lesiones se concentraban en la cabeza, la mayoría potencialmente mortales. El testimonio de los peritos generó una gran tensión en la Audiencia Provincial, llevando a la madre de los niños, Mar Longueira, a abandonar la sala entre lágrimas.

 

consciente de sus actos

Por su parte, Javier Estrada mantuvo una actitud distante y tranquila durante la sesión. Incluso, cuando una de las psicólogas del caso desmontó su teoría de que la muerte de los niños se había producido durante una pérdida temporal de raciocinio. La perito excluyó esta posibilidad, dado que consideró que en medio de un ataque “irracional”, el presunto asesino habría dirigido su violencia también contra muebles y enseres de la casa y que, sin embargo, los golpes estaban “focalizados” en los niños.

Los psicólogos que evaluaron a Estrada también señalaron que este estaba “perfectamente consciente y no presentaba signos de amnesia”. Además, descartaron que tenga algún tipo de retraso mental que afecte a sus capacidades “intelectivas y volitivas”. Si bien, confirmaron que el procesado tiene dificultades para entablar relaciones sociales y presenta “algún rasgo de la personalidad de tipo paranoide”.

 

actitud violenta

Otro de los testimonios más reveladores de la jornada fue el de una de las niñeras que tuvieron Alejandro y Adrián. La mujer declaró que los niños tenían miedo del novio de su madre y que este les pegaba. Afirmó que, al menos en dos ocasiones, advirtió marcas de golpes en los brazos de Adrián y que el propio niño le reconoció una de las veces que se lo había hecho Javier, “por romperle una tarjeta de crédito”. La niñera también aseguro que había advertido a Longueira de la actitud violenta de Estrada y que los niños podían “acabar muertos”, aunque al parecer la respuesta de la madre fue siempre “métete en tus asuntos”.

También prestaron declaración la que fue tutora de los gemelos durante cuatro años y la psicóloga del Sergas que los trataba. La primera de ellas reconoció que los niños mostraban “claras carencias educacionales”, pero no detectó que hubiese “signos de dejadez” por parte de su madre.

Mientras, la psicóloga indicó que Longueira “era una persona con pocas habilidades y recursos para educar correctamente a sus hijos” y que se sentía “desbordada”. Respecto a Estrada, apuntó a su actitud violenta y mencionó que una ocasión en la que el procesado entró en la oficina gritando “que los niños eran unos salvajes, estaban locos y tenían que medicarlos”.

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