Los “indignados” reciben a los invitados a la investidura con una cacerolada y pitidos

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  p. g. l. > a coruña

  Los “indignados” cambiaron ayer el Obelisco por María Pita. Habían amenazado con plantarse en la plaza del ayuntamiento durante el pleno de investidura, y así lo hicieron. Cerca de 200 acampados se concentraron delante del palacio municipal ayer por la mañana para recibir a los mil invitados al acto de toma de posesión de Carlos Negreira con pitidos y una cacerolada.
La protesta, que se prolongó hasta la una y media de la tarde, transcurrió sin incidencias, y a la misma, además de los seguidores del movimiento 15-M, se sumó un grupo de ciclonudistas del colectivo Masa Crítica. Los que no estuvieron fueron los estudiantes, familias y profesores del IES Paseo das Pontes, que, en un principio, habían anunciado que llevarían a María Pita sus reivindicaciones contra la Consellería de Educación por la conversión del instituto en un centro integrado de Formación Profesional.
A los “indignados” se unió temporalmente una pareja de novios, la última que contrajo matrimonio ayer en María Pita antes del cambio de gobierno. “Tengo 27 años y afortunadamente estoy trabajando, pero estoy de acuerdo con lo que reivindicáis”, les comunicó Ivo, el novio, a los manifestantes a través de un megáfono.

Seguridad > Ante la previsión de las protestas, la delegación del Gobierno y el Ayuntamiento prepararon un dispositivo de seguridad compuesto por una veintena de policías locales y nacionales, y se valló parte de la plaza para evitar que los congregados pudiesen acercarse a las puertas del palacio municipal.
Cargados con pancartas, silbatos y cazos, el ruido de los indignados ya se podía escuchar en María Pita una hora antes del inicio de la investidura. Con mensajes como “Non é país para xóvenes”, “Convenios xustos para todos” o “Cambio radical a la ley electoral”, los seguidores del movimiento 15-M reclamaron más trabajo y la lucha contra la corrupción.
La llegada de los diferentes coches oficiales estuvo acompañada de las pitadas y los abucheos más fuertes. Resonaron especialmente las cacerolas cuando hizo su aparición en la plaza el presidente del Deportivo, Augusto César Lendoiro. Tampoco se libró de los pitidos el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el último en llegar al pleno.
Ya con todos los invitados dentro, el sonido de los “indignados” todavía podía escucharse desde los pasillos del palacio consistorial. Los pitidos sólo cesaron momentáneamente a la una de la tarde, cuando los acampados se taparon la boca con un esparadrapo y decidieron guardar cinco minutos de silencio.


 

Los “indignados” reciben a los invitados a la investidura con una cacerolada y pitidos

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