Análisis de Miguel Pampín
Tienen una comisión de comunicación. Y un grave problema. Una obsesión por el consenso y disensiones que aparentan que no saben lo qué quieren. Y un culpable: el mensajero. La acampada del Obelisco ha salvado su primer fin de semana de autodestrucción con una preocupante imagen de división interna, de la que son fedatarias las redes sociales. Así, el pasado sábado un mensaje rebotado hasta la saciedad anunciaba literalmente: Hay consenso: Se levanta la acampada y se crea un punto de información permanente.
Minutos después, el mismo autor del anterior mensaje y a instancias de otros compañeros de indignación rectificaba: Disculpad. Me expresé mal. @acampadacoruna se reestructura y se convierte en punto de información de información permanente. Empieza el lunes.
Ambos mensajes se barajaban en twitter creando una suerte de confusión, sazonada con otras iniciativas, como una acción directa prevista para el día 16 en un centro comercial y desmentidos a sus propias comunicaciones.
La anarquía asamblearia queda reflejada también en las actas de las reuniones, en las que se pueden leer líneas tan sorprendentes como: Al terminar la Asamblea popular una mujer nos comenta (aunque no está muy segura) de que cree que van a eliminar el CarrilBus. Vamos a informarnos sobre el tema y a planificar acciones directas o performance. Podría parecer de hace dos meses, pero es de la asamblea del pasado sábado.
De esta ceremonia de la confusión se alimenta la teoría de que los actuales inquilinos del Obelisco ya poco tienen que ver con aquellos que hace mes y medio llegaron con la intención de cambiar le mundo.
No es ajeno a esta lectura el Ayuntamiento. Ayer el alcalde reconocía que el movimiento contó con su propia simpatía en una primera instancia, pero que a día de hoy lo más aconsejable es buscar una vía pacífica para que desaparezcan del Obelisco. Se trata de dialogar con un colectivo capaz de reflejar en sus actas intervenciones del tipo: Si queremos recopilación de consensos es necesario consensuar los consensos. Pero el culpable siempre es otro.