n “Mira, mira, hay alguien sacando fotos. Es un policía”, dice uno de los portugueses, que luego parece resignarse. “Qué le vamos a hacer, es su trabajo. No se lo reprocho y tampoco voy a liarme a pegarle patadas a todos”. A pesar de que las demoliciones que se realizaron durante los dos últimos dos años han dejado a Penamoa reducida a una sombra de lo que fue, sus habitantes todavía notan el ojo vigilante de las autoridades sobre ellos. Un helicóptero de tráfico pasa volando y le hacen señas en plan de burla. “A ver si nos envían un socorro y nos sacan de aquí”, bromea uno. Lo cierto es que sí hay vigilancia policial. El 092, por ejemplo, es responsable de que no se levanten nuevos galpones cuando se derriba uno antiguo y ha tenido que actuar para expulsar a antiguos pobladores, sin resistencia. Lejos queda
ya la época en la que entrar
en Penamoa precisaba de antidisturbios. Algunos recuerdan que hace casi veinte años, la misma zona que aún queda en pie fue testigo de refriegas en los que agentes del 091 resultaron heridos.