La portuguesa Helena Almeida habla con el cuerpo en la galería Vilaseco Hauser

La portuguesa Helena Almeida habla con el cuerpo en la galería Vilaseco Hauser
las fotografã­as de “baã±ada en lã¡grimas” se mezclan con imã¡genes anteriores quintana

Cuando Helena Almeida cogió la cámara, tenía tan estudiado el cuerpo humano que sus primeras fotografías parecían ser el resultado de muchas fotografías anteriores. Hablaban de años en el estudio con su padre. Haciendo de modelo para sus esculturas. Y como un libro de anatomía, la artista fue descubriendo los secretos del hombre y de la mujer en composiciones expresivas. Fue poniendo en bandeja los recovecos y las partes del cuerpo con más cosas que decir. Y las diseccionó para pasarlas al blanco y negro. Y que el mensaje fuera todavía más limpio.

La galería Vilaseco Hauser muestra desde ayer un trozo de lo que Helena es capaz de hacer con el objetivo. Que es fotografía, pintura y performance a la vez. Donde solo está ella. En el mismo estudio en el que su padre la cogió un día por banda para posar y no la soltó. Hasta que ella pidió paso y se adentró en el mundo del arte a golpe de clics. Sin embargo, igual que las esculturas de su progenitor, Leopoldo Neves de Almeida, eran un trabajo de dos, el suyo se construyó también a golpe de tándem.

Así que mientras ella inventa nuevas poses con el cuerpo en su cabeza y las pasa a bocetos sobre el papel, su marido, Artur Rosa, tiene la responsabilidad de pulsar el botón. Para dar paso a un universo donde ella tiene el don de contar mil cosas en una sola instantánea. Sin la necesidad de usar la cara como fuente expresiva, Helena utiliza las manos o se retuerce en una silla y deja ver sin complejos un cuerpo de 80 años que inunda de presencia la sala.

En la exposición está también uno de sus últimos trabajos. De cuando el referente en el arte portugués llegó al estudio y se encontró con un escenario inundado de agua. Allí, en medio del caos, le llegó la inspiración y levantó en su mente una serie de su cuerpo. Como no. Pero reflejado en el agua.

Aunque el resultado da la apariencia de que por una vez salió de su cueva a fotografiar exteriores, las imágenes siguen siendo fieles al estudio. Tienen techo para que el cuerpo concentre más la atención de la mirada. Y responden al título de “Bañadas en lágrimas”.

En los otros espacios, las fotos son fragmentos. Planos caprichosos en los que a veces incluye a su marido. Es el caso de la serie “Dos espaços” o la que le dedicó a los abrazos. En estas últimas, que no se trajo a la ciudad, los dos se funden en uno y hablan las manos. Las posturas y las formas de encogerse. Dentro de una carrera de fondo. Que la propia Helena define: “Mi obra es mi cuerpo, mi cuerpo es mi obra”. Y la propiedad conmutativa tiene más sentido que nunca.

La portuguesa Helena Almeida habla con el cuerpo en la galería Vilaseco Hauser

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