La madre de los mellizos de Monte Alto regresa a la escena del crimen

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 a. barbadillo > a coruña
 Era la primera vez que subía al que fue su domicilio hasta el pasado 21 de agosto, el mismo día en que su compañero sentimental mató a golpes a dos de sus hijos, y tuvo que enfrentarse con los signos evidentes de lo ocurrido en la vivienda. Mar Longueira, la madre de los mellizos asesinados en Monte Alto, regresó el pasado lunes al piso de la calle de Andrés Antelo donde murieron Álex y Adrián Bergantiños para recoger sus pertenencias y trasladarlas a casa de su madre, donde todavía reside junto a su hijo mayor.


Lo hizo acompañada del secretario del juzgado que instruye la causa por el doble crimen y un técnico de Vivienda, y aunque la visita era, en principio, de trámite, lo que encontró en el piso la llevó de vuelta a hace tres meses y medio. En las bolsas donde se guardaron todos los efectos tras el registro policial encontró los juguetes de los mellizos, su ropa, y también los restos de su asesinato.
Mantas y sábanas ensangrentadas o una fregona, también manchada de sangre y restos, hacían revivir lo sucedido aquella tarde cuando, según se desprende de la investigación, Javier Andrade los golpeó de forma brutal y hasta la muerte con la barra metálica de uno de los armarios.
Uno de ellos, Alejandro, fue atacado en la cocina, mientras que su hermano Adrián murió en su dormitorio, en el que un sofá lleno de marcas de sangre daban cuenta de lo ocurrido.

Mesas y juguetes >
Por lo demás, la casa estaba como ella la dejó aquella mañana de domingo cuando salió a trabajar. Tras el crimen, algunos informes apuntaban a la ausencia en el domicilio de juguetes, televisor o incluso mesas en las que comer. Sin embargo, allí seguían todos sus muebles: una mesa auxiliar en la cocina, otra de mayor tamaño en el comedor y las de los dormitorios en las que los dos hermanos solían hacer los deberes.
La falta de ciertos elementos habituales en una familia con niños pequeños fue tomado como un indicio de que los mellizos no estaban siendo criados en un ambiente propicio. De hecho, una de las líneas de la investigación judicial se centra todavía en determinar si el autor confeso del crimen los sometía a malos tratos, tal como apuntan varios testigos, o si, como sostienen estas mismas fuentes, se tomaba su educación de manera “obsesiva”.
Sobre ello hablaron el pasado viernes ante la jueza de instrucción 5 una conocida de Mar Longueira y la joven que, durante un tiempo, cuidó de los dos pequeños en las noches en que su madre tenía que trabajar. A preguntas de la magistrada y la fiscal, la chica señaló que había abandonado el empleo porque no soportaba ver cómo el novio de Longueira trataba a los dos niños, que tenían diez años cuando murieron.
Por testimonios como este, o el de otra conocida de la familia que dos meses antes del doble homicidio alertó a la Xunta–posteriormente se lo relataría a la Policía y la jueza– de la “desatención” y “maltrato” que sufrían los niños, su madre está a día de hoy imputada en el procedimiento judicial, ante las sospechas de que podía estar consintiendo esa situación.
Así se recoge en uno de los autos judiciales, en el que se recogen los “múltiples indicios” que llevan a pensar que el doble crimen pudo ser la “culminación” de esos malos tratos sostenidos en el tiempo. La responsabilidad penal de la madre podría venir de su supuesta permisividad con esa conducta.

Declaración > Longueira prestó declaración judicial el pasado mes y negó haber presenciado ni un solo episodio violento o sospechoso por parte de su por entonces pareja con sus hijos, más allá de alguna amonestación por cuestión de estudios y, al contrario, reiteró que Andrade se preocupaba por la educación de los mellizos.
Mientras la instrucción avanza,  y a pesar de las gestiones del Ayuntamiento para ayudarle a encontrar un nuevo hogar, la mujer continúa residiendo a día de hoy junto a su madre y su hijo en el piso de la primera, en la calle de Pérez Quevedo.

 

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