La ermita del Santo Cristo

La ermita del Santo Cristo
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En el año 1973 el arzobispo de Santiago concede la licencia para la demolición de una capilla sita en la calle Real que le pertenece, acordando que se corte para poner la línea recta con la calle, con el objetivo de que no cause el menor perjuicio al tránsito.
Dicha capilla se encontraba adosada a una casa en 1766, la cual hacía las veces de Real Aduana, hasta que se termina por levantar un nuevo edificio. Aquella antigua casa había sido ocupada por los Jesuitas. 
La fachada principal de la capilla del Santo Cristo daba al número 27 de la calle Real. En 1769, el ingeniero Baltasar Ricaud la representa en su plano, cuando levanta el nuevo edificio de la Aduana, quedando dicha capilla adosada al mismo. Existe al margen una anotación que dice: “Hay varios documentos que ha presentado y entre ellos una orden del Excmo. Señor Miguel de Musquiz del año 1778, por donde se previene, no se le tocase con el motivo de la obra de la Aduana”.
El 14 de abril de 1793 la Junta de Policía apremia a Francisco de Soto como propietario para proceder a demoler la parte de la capilla que ocupaba la calle Real. Francisco de Soto presentará sus alegaciones y omite la orden librada. Así, el 31 de mayo, dicha Junta le da un plazo de ocho días para que lleve a feliz término lo ordenado. 
En vista de que no se procede a la demolición por parte del interesado, la Junta de Policía, el 11 de junio, le comunica al arquitecto municipal Fernando Domínguez Romay que ejecute la orden por medio de los caudales públicos y con los operarios precisos para su pronta conclusión, llevándose a efecto la demolición total de dicha capilla en lugar de lo propuesto por la Junta. El hecho de que la edificación no tuviese apenas fondo y constituyese un estorbo en aquel callejón fue determinante para el derribo total. 

derribo
Una vez evacuada la ermita de todos sus enseres, imágenes y vasos sagrados, lienzos y muebles, que se llevan a la parroquial de San Jorge, se inició la obra de demolición. La alineación se llevará a partir de ese año en toda la Ciudad Alta y la Pescadería, se demolerían las casas fuera de su alineación municipal, así como de los voladizos, balcones, galerías de comunicación entre casas y los soportales de toda la ciudad. No es de extrañar que en las obras que se hacen hoy día en las vías públicas de la ciudad se pueden hallar restos de su existencia de finales del siglo XVIII, que es cuando se pone en marcha esta ordenanza de la alineación de las vías urbanas de la ciudad coruñesa.
En un recurso llevado a efecto por Tomás Antonio Porto Carrero, en nombre del Gremio del Dulce Nombre de Jesús de La Coruña, se extiende una Real Cédula del Real y Supremo Consejo de Castilla, en el mes de noviembre de 1831, en la cual se indica que, desde tiempo inmemorial se halla establecida en dicha ciudad la citada hermandad o gremio, compuesto de mozos trabajadores y carreteros de ribera, rigiéndose por las ordenanzas de 1620 que merecieron la aprobación de reverendo arzobispo de Santiago y Ayuntamiento de dicha ciudad. 
Pero al carecer de la Real aprobación que prescriben las leyes, el actual Ayuntamiento previno al gremio de que las formase de nuevo con arreglo a las circunstancias, señalándole la ermita de Nuestra Señora de Atocha, situada en el Barrio de Santo Tomás, y parroquia de San Nicolás para la celebración de las juntas y funciones religiosas, con sujeción en lo espiritual al rector de la misma. 
El Consistorio indicó que se había demolido la capilla del Santísimo Cristo, de la Puerta de la Torre de Abajo, con motivo de las obras de fortificación de la plaza, propia de dicha hermandad. En realidad como se ve, no fue por esta última causa, sino por la necesidad de llevar a cabo las alineaciones propuestas por la Junta de Policía, pero el Ayuntamiento se excusó en la perentoria necesidad de la fortificación de la muralla portuaria que pasaba delante de la Real Aduana. l

La ermita del Santo Cristo

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