La huella de la Policía Científica en la historia

La huella de la Policía Científica en la historia
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Antes las series policiales las protagonizaban tipos duros. Hombres de acción que se dedicaban a estrellar coches en trepidantes persecuciones, acostarse con  sospechosas y liarse a tiros a la más mínima provocación. Pero ahora lo que está de moda son los cerebritos, animales de laboratorio, agentes serios y sesudos que llevan tubos de ensayo en la sobaquera. “La Policía es un todo, pero hay que reconocer que ciertas series de televisión nos rodean de una aureola. Mucha gente se acerca a nosotros y nos dicen que no quieren ingresar en la Policía, sino en el equivalente del CSI”, explica el inspector jefe de la Policía Científica en A Coruña, José Vicente Riveiros. 
Lo mismo ocurre cuando dan una conferencia. “Para nosotros es tremendamente halagador. Que confíen en nosotros y que quieran escucharnos”, admite Riveiros. En efecto: la cosas han cambiado mucho, y en la muestra “100 años de la Policía Científica en A Coruña” se puede apreciar ese cambio. Además de la simulación del escenario de un crimen, incluye algunos de los aparatos con los que comenzó su andadura, a principios de siglo. 
En 1911 comenzó el método científico policial en España. En 1912 se estableció que la reseña policial se realizaba de frente y perfil derecho y que debía incluir el lugar la fecha y el número de la reseña. Y se hacía con esta máquina, la “Bertillona”, llamada así en honor a Alphonse Bertillón. De madera, con su silla donde se ponía al detenido en diferentes posiciones en los años 50 y el espejo que servía para hacer el tallaje. Parece una máquina de tortura, y de hecho “todo el mundo cree que es un garrote”, comenta el subinspector Julián Manzanas. Aunque claro, puede ser el principio del camino que lleva hasta el patíbulo. 
Otro hito fue el sistema de clasificación de huellas dactilares, que en España creó Federico Olóriz Aguilera a principios del siglo pasado y que aún está en vigor. En la muestra se pueden observar los informes antiguos del segundo tercio del siglo XX o el informe de identificación de la huella de un guante. O una tenaza que sostiene un cráneo humano para su clasificación biométrica.

ingenio criminal
Pero también los criminales dan muestras de ingenio, algunas de las cuales han sido recogidas en una vitrina llena de armas intervenidas, algunas únicas, o casi, como una escopeta-tubería de un poblado gitano u otra que funciona tirando de un resorte, como una máquina de millón. “Como los medios que tienen son muy escasos, los fabrican como pueden”, explica Manzanas. 
También hay armas de verdad, como una de señales o lanzacabos que iba cargada con cartuchos. “Algunas han llegado a reventar y herir al que las sostiene”, explica el subinspector. La colección incluye un bastón escopeta, otro de estoque con una pistola incorporada y una escopeta de aire comprimido que, tras cambiarle el mecanismo del aire con un percutor, puede disparar munición del 22.  Un bolígrafo, un llavero, un candado... Todas capaces de disparar un bala. Y todas, susceptibles de ser descubiertas en un examen balístico.

La huella de la Policía Científica en la historia

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