El fuerte oleaje borra la duna de Riazor y obliga a dos buques a refugiarse en Ares

El fuerte oleaje borra la duna de Riazor y obliga a dos buques a refugiarse en Ares
La duna protectora se había levantado a mediados del mes pasado, pero todo indica que las excavadoras tendrán que rehacerla | quintana

La alerta amarilla (la tercera en quince días) anunciada por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) se dejó sentir con fuerza en la costa coruñesa., que fue castigada con olas de hasta cinco metros. Aunque el fenómeno apenas se dejó notar en tierra sí afectó de forma significativa al mar, incluido el tráfico marítimo, tanto de carga como de recreo: dos buques cisterna y un transatlántico se vieron perjudicados por el temporal, lo que les obligó a alterar sus planes hasta que, con la caída de la noche y la llegada de la pleamar, pudieron retomar sus actividades. Las olas también dejaron su huella en tierra, donde la duna de la playa de Riazor amaneció considerablemente reducida de tamaño después de soportar el embate del oleaje.
Todo indica que será necesario que las palas excavadoras vuelvan a rehacer la duna protectora. Había pasado menos de un mes (las obras comenzaron el 16 de octubre, y se prolongaron varios días) desde que se removieran los 23.000 metros cúbicos de arena para levantar la protección en Riazor, coincidiendo con el paso de la cola del huracán “Ofelia”, que provocó el primer día de mal tiempo en A Coruña en muchas semanas.
Estas labores suelen iniciarse todos los años a principios de octubre, pero el buen tiempo que perduró tras el verano aconsejó dilatar el alzamiento de la duna que ayer prácticamente había desaparecido. De todos modos, a lo largo de la época de los temporales, es habitual que las excavadoras visiten Riazor varias veces. A pesar de que las olas batieron con fuerza las playas, los servicios de emergencia no consideraron necesario cortar el acceso peatonal a las playas ni tampoco a Las Esclavas, como suele ocurrir cuando el oleaje es más fuerte.
En los pantalanes
En parte, esa ausencia de precauciones se debió a que casi todo el temporal transcurrió durante la noche: a la seis de la mañana tuvo lugar la pleamar, y fue entonces cuando las condiciones de la mar llegaron a su punto más crítico. Pero mucho antes, a las tres de la madrugada, el temporal obligó a interrumpir las operaciones en el muelle de Repsol a “Geagle Turin”, un buque tanque de 250 metros de eslora, que en ese momento se encontraba realizando la descarga de 80.000 toneladas de petróleo.
Horas más tarde, otro tanto le ocurría al “Sichen Hawk”, un barco de menor porte (170 metros de eslora), que tenía que cargar nueve mil toneladas de gasóleo, pero que hubo de retirarse a alta mar. Los dos navíos se dirigieron al fondeadero de la ría de Ares a la espera de que las condiciones meteorológicas mejoraran.
Ya a primera hora de la mañana, había entrado navegando a toda máquina el “Queen Elisabeth”, un transatlántico cuya llegada estaba programada para las nueve. En realidad, su aparición no estaba relacionada con el mal estado de la mar, sino con el de una pasajera, una mujer de unos 80 años que había sufrido lo que luego se confirmó como un amago de infarto. Tras ser ingresada en el Complejo Hospitalario Universitario fue dada de alta después de que se la considerara fuera de peligro, y pudo reanudar el viaje a bordo del “Queen Elisabeth”. Porque el transatlántico no zarpó hasta bien entrada la noche, cuando las condiciones eran más favorables, horas más tarde de lo previsto.

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