La empanada de la Marea

La empanada de la Marea
La señalización del túnel resulta escasa patricia g. fraga

La Marea tiene una empanada. Habrá quien diga que tiene dos, recordando el insólito certamen de Santa Margarita de 2015: entonces, el clásico “imos darlle unha volta” que los mareantes aplican a todo lo existente antes de su advenimiento redentor logró convertir lo que era un reputado concurso en una ridiculez con ese número exacto de participantes: dos. Con un par. Entonces, en aquel verano, se achacaban estas cosillas de la Marea a la inexperiencia. Ha pasado un año y entre los coruñeses ya ha calado que el problema es de ineptitud, de ahí los 8.000 votos que se les fugaron en las generales. ¿La culpa?: de la empanada. De la empanada mental que tienen.
De la ineptitud mareante hemos tenido buenos ejemplos este mes. El anuncio de la supresión de las terrazas en la calle del Capitán Troncoso alertó a los hosteleros, que temieron perder la caja más numerosa del año, la de las fiestas, por culpa de un ordeno y mando desde María Pita. Finalmente, la Marea ha achacado la alarma a un “erro de comunicación” y se ha quedado tan ancha. En el diccionario Mareante-Realidad, “erro de comunicación” significa “total descoordinación”, igual que “candidato de consenso” se traduce por “elegir candidato a dedazo”. En fin, que lo de Troncoso se ha quedado en un susto. Pero menudo susto.
Con todo, el mejor ejemplo mensual de su (mala) gestión ha sido el asunto del túnel de María Pita y La Marina. Al sexto camión atascado, la Marea rectificó. Cinco semanas ha tardado, prueba de su ágil capacidad de respuesta. En medio, hubo tiempo para que el concejal Xiao Varela, sin duda un servidor público responsable, se mofase en Twitter de tanto incidente, bautizando el problema jocosamente como “SinaisGate”. Vaya risas, meu. Xiao Varela es, por cierto, aquel que calificó a la tuna de veteranos como “miseria mental”.
Este edil ya se había tomado a coña marinera la dispersión de vallas por la Marina, desperdigadas sin ton ni son por el viento, cuando la zona aún estaba acotada. Aquello también le pareció una anecdotilla, ni siquiera un problema: no así a los invidentes, que no tenían que saber que había decenas de vallas esparcidas por una zona peatonal y ningún policía local para colocarlas de nuevo en su sitio. El alcalde se sumó a la broma y llegó a anunciar, irónico, la firma de un convenio con Eolo. Se creen muy graciosos, pero a la ciudadanía cada vez le hacen menos gracia.
El problema en este caso, y en general en todos los casos, es que Xulio Ferreiro está más pendiente de la confluencia de su Marea con Podemos, Anova, EU y demás afluentes que de la confluencia de la avenida do Porto con el túnel de María Pita, que es lo que tendría que preocuparle. Dice un viejo refrán: “Quien tiene tienda, que la atienda”. Este refrán no va con la Marea, quizá porque es viejo, y ellos son nuevos.
No es la primera vez que los mareantes manifiestan su desdén por la nueva Marina y su entorno. Ni será la última. En realidad, todo empezó antes de su llegada a María Pita, previa entrega de llaves por el PSOE, cooperador necesario de todo este entuerto. La Marea quiso paralizar la obra, convocando una serie de manifestaciones al estilo Gamonal: aquello se diluyó como un azucarillo por falta de apoyo popular.
Una vez que llegaron al palacio municipal, se enfrentaron al Puerto exigiendo una licencia de obra con el objeto de retrasar la apertura total de la mayor superficie peatonal de la ciudad. Finalmente, aquello se abrió con meses de retraso pese a que la licencia no apareció, quizá porque no era necesaria, como se les aclaró reiteradamente desde la oposición.
El desdén continúa con la política de infrautilización de la zona. Un pasarrúas de Hakuna Matata, fijado para el 11 de agosto, es el único acto de las fiestas que se celebrará en esa superficie. Ni siquiera para dinamizar la Tall Ships Races ha considerado necesario el Gobierno local disponer de esos miles de metros cuadrados. Por supuesto, tampoco los usa para el Noroeste Pop Rock, porque los ciudadanos y ciudadanas estarán más cómodos apilados en el atrio de San Nicolás que en la llanura de la Marina.
La Marea es sectaria con La Marina y el Parrote. Porque lo entiende como una obra del PP, lo que equivale a no entender nada. No entiende que un vecino de Santa Margarita o del Peruleiro, o de cualquier barrio de la ciudad, siente esas zonas como propias, y no como la sala de estar de los millonarios del Parrote.
En ocasiones, demasiadas a lo largo de este último año, ha dado la sensación de que la ciudad está en manos de un científico chiflado, tipo profesor Bacterio (guiño al Salón del Cómic, un invento de Paco Vázquez que la Marea ha respetado) que se dedica a realizar experimentos extravagantes y siempre explosivos. Es lo que tiene vivir en una ciudad del cambio. Del cambio a peor.

La empanada de la Marea

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