El jurado culpa al parricida de Paderne de asesinato con todas las agravantes

El jurado culpa al parricida de Paderne de asesinato con todas las agravantes
la pena que dictará la audiencia se moverá, dado el veredicto, entre los 20 y los 25 años patricia g. fraga

Unánime en casi todas sus conclusiones, el jurado popular encerrado desde la mañana a deliberar en torno a la muerte del bebé que apareció calcinado en octubre de 2010 dentro de una furgoneta, en una carretera secundaria de Paderne, declaró ayer al padre del pequeño culpable de un asesinato agravado. En su veredicto considera probado que el hombre actuó con premeditación e incurrió en todas las circunstancias que pueden acrecentar su responsabilidad penal, como son el haber buscado un lugar apartado para cometer el crimen, haber actuado con alevosía, al elegir un mecanismo que aseguraba la muerte de la víctima –una explosión de gas en un lugar cerrado– y haber aumentado de forma deliberada e innecesaria el sufrimiento de la víctima –ensañamiento–.

Han sido, únicamente, estas dos últimas cuestiones las que han suscitado una mínima divergencia en el tribunal popular. Así, solo uno de los miembros se mostró contrario a considerar que el acusado colocó la bombona de butano justo al lado de la sillita donde estaba atado el bebé para asegurarse el resultado mortal, mientras que dos discreparon en cuanto al ensañamiento, al dudar de que la forma en que se cometió el crimen aumentara de forma inhumana el dolor del pequeño.

 

sin atenuantes

No hubo fisuras en cambio a la hora de descartar cualquier justificación a la conducta del cuadragenario sentado en el banquillo en atención a sus capacidades intelectivas o su salud mental. Los jurados rechazaron por unanimidad apreciar ni una sola de las circunstancias eximentes o atenuantes planteadas por la defensa, ni por el trastorno límite de la personalidad que la mayor parte de los peritos aceptan que sufre el acusado, ni por su cociente intelectual, rayano en la deficiencia mental, ni tampoco por la dolencia neurológica que le fue detectada en su niñez y que, según el psiquiatra que le trató, pudo comprometer su voluntad.

Los votos de los nueve ciudadanos avalan en su totalidad la tesis de la Fiscalía, al estimar que cuando el vecino de Paderne prendió fuego a la bombona que guardaba en el maletero desde un día antes lo hizo con plena conciencia; solo uno difiere de ella, y plantea –en contra del criterio mayoritario– que el parricida pudo sufrir un arrebato al saber que su expareja había alertado a la Guardia Civil al temer por la vida de su hijo.

Ese temor era fruto, según admiten de forma unánime los jurados, de las múltiples llamadas que el acusado realizó aquella jornada a la madre del bebé desde que lo recogió en Betanzos por la mañana hasta que consumó el crimen, a las siete de la tarde. Al menos en dos de ellas –estiman– el hombre anticipó sus intenciones, al decirle a su excompañera que “no volvería a ver al niño” y que “iba a hacer volar la bombona si veía a la Guardia Civil”.

Según la tesis que el tribunal popular respalda de manera uniforme, fue al saberse buscado por las autoridades cuando el acusado plegó uno de los asientos traseros, colocó la bombona junto a la silla del niño, abrió la espita y se apeó del vehículo para, ya desde fuera, encender una chispa que provocó la inmediata explosión del gas y la muerte del pequeño por calcinación.

 

confesión

También concuerdan los miembros del tribunal ciudadano en que el hombre confesó nada más avistar a los agentes de la Guardia Civil que buscaban el coche en llamas y que lo encontraron, con las manos y la cara quemadas, caminando por la carretera. “He matado a mi hijo, pegadme un tiro”, les dijo, una afirmación que él negó durante el juicio. n

El jurado culpa al parricida de Paderne de asesinato con todas las agravantes

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