El decano del Colegio de Abogados recibe el premio a la “coherencia” de su carrera

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 a. barbadillo > a coruña
  Desvelaba ayer Antonio Platas Tasende que todas las decisiones importantes adoptadas por el Colegio de Abogados desde que él está al frente de la institución se han tomado por unanimidad. Se lo confesaba a un auditorio repleto de autoridades para dar cuenta de la fidelidad que la junta directiva le guarda, la misma que él profesó a quienes le precedieron en el cargo. Un cargo al que ahora acompaña la Cruz Distinguida de primera clase de la orden de San Francisco de Peñafort, que el decano de los abogados coruñeses recibió ayer de manos del ministro de Justicia, Francisco Caamaño.
De su lealtad, y sobre todo de su “coherencia” habló el representante del Gobierno para explicar el porqué de una distinción que otorga el Estado para reconocer los méritos en la actividad jurídica. “Un valor fundamental en avogacía, que só se aprecia pasado o tempo. (...) Coherencia é sobre todo Antonio Platas”, le elogiaba el ministro, al que le unen vínculos geográficos, por haber pasado ambos una parte de su carrera profesional en la Costa da Morte de la que ambos son originarios.
Caamaño evocaba su primer encuentro profesional con el decano coruñés, al inicio de su carrera como abogado, para dar ejemplo de los méritos que Platas Tasende ve hoy reconocidos, tales como su capacidad de trabajo y para resolver conflictos a través de la mediación.
Son, a grandes rasgos, los mismos a los que se refería al principio del acto el abogado José Manuel Liaño Flores, encargado de leer la “laudatio” al homenajeado, y quien destacó una vez más la coherencia del letrado a lo largo de su carrera, esa característica “cada vez más difícil de encontrar en el derecho”.

Autenticidad > Sin embargo, Platas eligió otro término cuando le tocó ponerse frente al público que abarrotaba el salón del colegio. Autenticidad, esa que, decía, en ocasiones está reñida con la abogacía, y la misma que le llevó a recordar a sus “adversarios” laborales del inicio de su carrera, quienes le enseñaronbuena parte de la profesión y entre los que se encontraba, quiso apuntar, el padre del ministro Caamaño.
De sus méritos apenas reconoció más que su capacidad de trabajo, que le llevó a ser, a su llegada a la ciudad, “el mayor estudiante” para pasar del derecho rural aprendido allá en Baio a “reciclarse” y acabar dando clases en la Universidad –“los años más felices de mi vida”– o en la Escuela de práctica Jurídica: “No quedaba otro remedio”.
“He vivido la abogacía intensamente, familiarmente”, afirmó, y esa familiaridad con la que asume su profesión quedó recompensada con la ovación del auditorio con autoridades judiciales y representantes de la política, la docencia y las fuerza pública, “todos amigos”, en pie.

El decano del Colegio de Abogados recibe el premio a la “coherencia” de su carrera

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