10º-19º
sábado | 20 abril | 2024
Todo surgió en el garaje de su casa. Después de que él y su mujer se dieran cuenta del vacío que había en el nuevo salón de su casa. Fue entonces cuando a Antonio Narváez se le ocurrió rescatar el talento que tenía guardado en la cabeza para ponerle un toque al espacio. En ese momento, se alió con los grises porque el tema así lo requería. Se trataba de plasmar sobre el lienzo una colisión. Un choque.
Tres años después, el artista coruñés ha logrado completar una colección de estados de ánimo que hoy se pueden ver en Los Cantones Village donde el expresionismo hace pareja con el pincel, la brocha o la esponja. Narváez no limita el material. Porque su inquietud puede necesitar líneas más agresivas o ser un remanso de paz. En un conjunto de piezas donde uno puede comprobar la evolución del pintor. Que pasa de la gama grisácea sola o con toques de tonalidades rojas, negras y blancas a una paleta más amplia. En la que el color grita al igual que lo hacen sus manos sobre el cuadro.
Además de los estados anímicos del artista, Antonio también evoca. Lo hace cuando todo está en calma y regresa a paisajes conocidos. Es el caso de un atardecer en Mera donde lo figurativo hace acto de presencia para colocar a la Torre de Hércules en el mapa.
En esta línea, Narváez se va hasta el desierto y trae un trozo de desierto en forma de arena. El Sahara se completa con Serengueti y Atlanta, que son dos composiciones que flotan en medio de una marea negra y una tormenta. Para pasar a ser caridad, crisis y niebla. Así titula Antonio a sus criaturas. Desde ese primer coqueteo con el arte hasta hoy, el pintor ha recibido muy buena críticas. Prueba de ello es que la mayoría de sus trozos de vida ya están vendidos. A la espera de más. Que vendrán en color gris tras el éxito obtenido. n
