Diez minutos de inquietudes

Diez minutos de inquietudes
El Londres de Igor nada tiene que ver con el que presentan las guías de viaje igor gonzalo

Eran las doce del mediodía y el fotoperiodista Igor Gonzalo entraba por la puerta del salón de actos de la escuela Pablo Picasso. Solo le bastaron diez minutos para que las inquietudes de los alumnos por conocer los intestinos de su profesión salieran a la luz. El resultado fue que los jóvenes se enteraron de que la especialidad tiene tanto de liberal como de dura. Que cuesta mucho mover la rueda pero que cuando por fin lo haces, la recompensa es tal que Igor no se imagina sin una máquina al lomo.

El freelance les contó su manera de sobrevivir en el mundo fotográfico sin dinero ni padrino y cómo consiguió que esos viajes por medio mundo le reportasen algo más que satisfacción por lo vivido y le permitieran llevarse un trozo de pan a la boca para fichar por una agencia que colabora, en la actualidad, con Lonely Planet.

Sin embargo, sus instantáneas no se van hasta los monumentos típicos. Para muestra, un botón. Y es que el centro de arte ofrece un trozo de su trayectoria en la exposición “Voyage Londres”, que forma parte de un proyecto para el que el artista ha aportado su visión de Túnez, Portugal, Nueva York y España. En esta ocasión, Gonzalo se detiene ante la ciudad olímpica un año antes de que la antorcha llegue al estadio. Para tomarle la temperatura a la gente. Dice el fotógrafo que los londinenses no han acelerado el ritmo.

Y simplemente galopan entre el metro y Trafalgar Square para seguir ofreciendo a la mirada una ciudad de contrastes. Aquí está lo friki junto a lo ortodoxo. El estilo victoriano frente al universo pintoresco de Cyberdog.

Lejos de presentar el top ten de monumentos a conquistar por el viajero, el burgalés se para ante lo hortera y lo estrambótico de Camden y encierra el caos de Londres en un papel que habla en movimiento. Cabalga. Por eso, el autor descarta que los lugareños aceleren más su pálpito ante la llegada de los Juegos Olímpicos.

Fue así como Igor Gonzalo ofreció a los estudiantes de la Pablo Picasso una lección de vida que no viene impresa en los manuales. Para darles un impulso y animarles a hacer lo que ellos quieran. Sin miedo a patinar. Porque “yo no soy ningún dios y fui capaz de conseguirlo”.

Eso sí, entre pregunta y pregunta, el profesional advertía que el fotoperiodismo era como una carrera de fondo. Exige un largo recorrido donde uno tiene que hacerse con bastones para llegar a meta sin derrumbarse.

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