El día en que las colas llegaron a Ángel Rebollo

El día en que las colas llegaron a Ángel Rebollo
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El 7 de abril de 1995, una mesa encabezada por referentes de la ciencia escribía la primera página de un museo que se abría para desvelar los secretos del cuerpo humano de forma interactiva. Cuenta el que entonces era su director, Ramón Núñez, que en vez de políticos, fueron científicos los que cortaron la cinta tal día como hoy hace 20 años.
Allí estaba Donnall Thomas, conocido por haberle hecho un trasplante de médula ósea al cantante José Carreras. Muy cerca, Robert Edwards probaba los módulos del centro después de ser el primero en encontrar la fórmula para que un niño naciera por fecundación in vitro. Tampoco faltó a la cita James Rutherford, uno de los mejores especialistas del mundo, y el arquitecto Arata Isozaki, que encajó muy bien los piropos sobre la caja que diseñó para envolver al conocimiento.
Núñez recuerda que la Casa del Hombre se paseó por las portadas del New York Times: “Titulaban que era la estructura más hermosa de Isozaki”. Después, el japonés plantaría otra similar en un segundo edificio dedicado a la ciencia en Columbus (Ohio), aunque con doble pantalla curva por delante y por detrás. Y es que el continente tuvo casi tanta repercusión como los contenidos y el segundo día, la Domus se abrió al público entre una gran expectación. Ramón todavía tiene en la mente la imagen de cientos de curiosos haciendo cola en Ángel Rebollo con el fin de tocar la barriga que daba patadas o comprobar su potencia en el tiro. A los visitantes les fueron dando paso de tres en tres conforme iban saliendo los primeros y las sensaciones fueron positivas: “Se les veía muy contentos”.
Dos décadas después, Núñez cree que se cumplieron los objetivos que se pensaban entonces para el inmueble: “Hoy en día es un referente”, aseguraba. Jubilado ya, el que también presidió el primer día de la Casa de las Ciencias y el Acuario recuerda el nacimiento de la Casa del Hombre con mucha emoción.
Y la Domus veinteañera celebraba la efeméride con actividades. El conocimiento se calzaba las zapatillas para participar como los demás en un maratón. En esta ocasión, la meta era la disección de ojos y corazones.
Se convocaron pases cada media hora en una jornada, donde Explora Domus Circuitos se convirtió en un taller de bombillas, baterías, timbres y todo lo que funcionara con electricidad para crear conexiones con objetos de la vida diaria. Hubo varios campeonatos. En el de Powermind, los asistentes descubrieron que no por ir más acelerado se llega antes.
Y es que el juego mental puso en el podio a aquellos que tenían el cerebro en relax: “Cuanto más relajado estén los participantes, más rápido moverán el balón que tienen delante de ellos” y más posibilidades tendrán de marcarle un gol al adversario.

habilidades
Además, también se disputaron partidas al batak, un pasatiempos donde la coordinación fue la clave para vencer. De esta forma, las habilidades corporales entraron en juego y los contrincantes demostraron sus destrezas por la mañana y por la tarde. Por último, miembros de la asociación Bricolabs organizaron un encuentro escornabótico y montaron robots en la sala Maker.
Para ellos, la Domus convocaba a los visitantes para que vinieran con mecanos en el bolsillo. Reclamaban todo tipo de juguetes que anduvieran o hablasen, de coches teledirigidos y de grúas para entrar con el destornillador en su cuerpo de plástico y reprogramar los dispositivos.
Los coruñeses y turistas entraron gratis como agradecimiento a los 20 años pasando por el torno para conocer los intríngulis del organismo. Como no podía ser de otra forma, tuvieron un papel activo. Que les hizo ir más allá de la mera expectación.
Las visitas pudieron jugar a ser científicos sin bata. Se mezclaron con los profesionales. Utilizaron el bisturí y lograron conocer un poco más de lo que tienen dentro. A su vez, la pantalla apenas descansó. El cine 3D fue el complemento perfecto a un día científico, que viajó diez mil años atrás para subir al carro a especies ya desaparecidas como el tigre dientes de sable, los perezosos gigantes o los increíbles mamuts. En un cumpleaños feliz para todos.

El día en que las colas llegaron a Ángel Rebollo

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