Cuando la artesanía es capaz de despertar a los cinco sentidos

Los productos que pueblan de exclusividad los puestos de la feria Mostrart despiertan en el curioso los cinco sentidos. El tacto, cuando uno se para a comprobar la suavidad de tejidos como las sedas que son chales y camisas o la nobleza del lino, que Concha Outeiriño mima en su taller de Ourense. Por su parte, Camariñas alimenta la vista. Sus formas caprichosas se extienden a lo largo y ancho del puesto de Melania, que asegura que el encaje busca su hueco entre los jóvenes. Que hay gente a la que le chifla pero que, en general, son los mayores los que siguen adorando las piezas que nacen en A Costa da Morte. Junto a él, la artesanía hecha complementos se abre paso. Es entonces cuando el gusto llama a la puerta de mujeres que aprecian lo exclusivo.
El puesto de Silvereira funciona como un imán para ellas. Sus pendientes de madera gustan porque apenas pesan y tienen recovecos como los metálicos. Una técnica láser se encarga de ello. En medio de tanta joya, un olor conocido como el del cuero penetra en la nariz. Juan afirma que él ya está acostumbrado. Lleva conviviendo con el aroma desde que tiene recuerdos. Y todo suena a tradición. Puesta en bandeja para la ocasión.

Cuando la artesanía es capaz de despertar a los cinco sentidos

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