Los antidisturbios coruñeses en Barcelona se plantean coger una baja

Los antidisturbios coruñeses en Barcelona se plantean coger una baja
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La tensión no acaba de bajar en Cataluña. Tras los disturbios que rodearon el plebiscito independentista, y que se saldaron con más de 800 heridos, la mayoría de escasa consideración, los manifestantes se han alzado contra lo que consideran una “represión brutal” y rodeado hoteles donde se alojan los antidisturbios. El abandono que muchos policías nacionales perciben por parte de las autoridades ha llevado a una manifestación de policías frente a la comisaría de la Policía Nacional en Lonzas con presencia de todos los sindicatos, CEP, SUP y UFP. Mientras, en Barcelona, los 120 antidisturbios coruñeses que se encuentran a bordo de los famosos barcos se sienten desmoralizados y se plantean ya comenzar a solicitar bajas médicas alegando estrés. 
“Nos tienen abandonados aquí como a perros”, comentan los antidisturbios coruñeses. La tranquilidad es total en el puerto de Barcelona, donde el recinto cerrado impide a cualquier manifestante acercarse a menos de cuatro kilómetros de los dos barcos atracados, lamentan la situación en la que se encuentran sus compañeros y ayer celebraron su propia concentración, en la que salieron a relucir las banderas españolas. 
De vuelta en A Coruña, Antonio García, del sindicato UFP, denunció que existe un problema grave: “La gente está mosqueada,  no se les deja actuar y la dejadez política es total”.  García mantiene que la brutalidad que denuncian los manifestantes no es tal: “Sacaron en los medios de comunicación la dos cargas, que no hubo más” y que tuvieron que abrirse paso entre los manifestantes en varias ocasiones. Además, recrimina al Ministerio de Interior su falta de previsión: “Era visto que no podían confiar en los Mossos y lo hicieron ¿Cómo es que no tenían un plan de “B” sabiendo que podía pasar eso?”
Hablar sin rodeos 
Un aspecto que irrita a los antidisturbios coruñeses, como a todos sus compañeros, es que el ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, ni ningún otro responsable, haya hablado sin rodeos: “Nos dijeron que había que entrar en los colegios y llevarse las urnas y eso hicimos. Cumplimos las órdenes,  nada más”.
Mientras la situación en los barcos es estable, fuera empeora, a juzgar por los comentarios:  “Estamos sin comer y sin dormir, esperando a que lleguen al hotel. Está la cosa tensa”, “Yo desayunando a las diez tuve que subir a las habitaciones por la puerta de la cocina”; “En la calle está la cosa jodida: te marcan y te siguen, y con los mossos hay que tener cuidadito” o “A mí y a un compañero nos toca subir solos a pueblos independentistas. Quieren hacer emboscadas con los depósitos de purín de los tractores”. 
Sin saber cuándo podrán abandonar los barcos y volver con sus familias, los miembros de los tres equipos de antidisturbios coruñeses se impacientan. “No nos pueden tener aquí sin decirnos qué hay que hacer. Podrían organizar turnos, no nos dicen nada.”. Tal y como están las cosas, el barco de Piolín y el Correcaminos ya ha dejado de tener gracia. l

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