“Tengo la gran suerte de enamorarme de la gente y de los lugares en los que estoy”

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A sus 94 años, el padre Andrés Díaz de Rábago, continúa con su trabajo de misionero en China, país al que lleva vinculado los últimos 50 años de su vida. Ayer pisaba suelo coruñés para hablar de algunos de los hitos más relevantes de la historia del gigante asiático.

reportaje de n.m.

Dice sentir pasión por los lugares a los que su trabajo en las misiones le ha conducido. Y mucho más por aquellos con quienes comparte su tiempo en esos destinos. Tal vez sea ese amor el motor que mueve al padre Andrés Díaz de Rábago, a seguir tan activo tras haber cumplido los 94 años.


El misionero vive y trabaja desde hace más de cincuenta años en China, pero antes tuvo “otras novias”, como le gusta decir a él bromeando. China, Filipinas, Timor y Taiwan son esos amores de los que habla y por los que dice “le sigo dando gracias a Dios”.
Díaz de Rábago aterrizó ayer en A Coruña para ofrecer una conferencia en la Fundación Barrié, en la que habló de tres temas fundamentales en la historia de China, el país al que ligó su vida. Bajo el título “Reflexiones de un nonagenario”, el misionero abordó el tema de las revueltas estudiantiles en Tiananmen en 1989, la Ley del Hijo Único y la apertura de las puertas de la Ciudad Phrohibida por parte de Mao Tse-Tung.

Una vida plena >
Díaz de Rábago continúa con una vida muy activa, a pesar de rozar los 100 años. Su vitalidad y sus ganas de seguir contribuyendo con la sociedad china le permiten seguir impartiendo clases, de forma esporádica, en la Taiwan National Univerisity, un centro al que está vinculado desde 1971.
En el año 2000, recibió la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, y en 2001 la Medalla de Bronce de Galicia. Todos estos méritos reconocen la labor de uno de los hombres más longevos que sigue en activo y sin ánimo de quedarse fuera del día a día.
De hecho, continúa viajando por el mundo, y no se queda en casa, en una casa en la que convive con otras 14 personas y que está integrada por miembros de hasta 12 nacionalidades distintas.  “Vivo con gente de China, Taiwan, Corea, Vietnam, India, Malasia, Canadá, Estados Unidos, Colombia, Polonia, Francia y España”, cuenta divertido el misionero. “Entre nosotros hablamos en chino, y nos entendemos mejor que 15 españoles”, bromea.
Una vida tan plena como la de Díaz de Rábago daría para escribir un gran libro, pero es una tarea que el misionero descarta de pleno. Sin embargo, asegura que tendría el título. Se llamaría “Cajón desastre de un nonagenario”, bromea.

 

“Tengo la gran suerte de enamorarme de la gente y de los lugares en los que estoy”

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