“Pruebas igual no, pero indicios, muchos”, afirman los agentes de la Policía Judicial

 El equipo de la Policía Judicial de Noia que investigaba la desaparición de sus dos vecinos obtuvo pronto pistas que dirigían hacia Blanco Vila. La primera, la tarjeta de visita que la madre de uno de los fallecidos entregó, donde el sospechoso se anunciaba como fontanero y en la que se recogían varios teléfonos, uno de ellos manuscrito. El testimonio de las familiares, que sabían que el último paradero conocido de los dos hombres era la casa de Coque, adonde habían ido a cobrar una deuda de drogas, y el estudio del tráfico de llamadas a los números de la tarjeta centraron las sospechas en el joven. Tal como señalaron ayer el instructor y el secretario de aquellas diligencias, los informes las compañías telefónicas sacaron a la luz las insistentes llamadas que uno de los traficantes realizó aquella jornada a los móviles de Blanco Vila, unas treinta. Los repetidores de telefonía destaparon que las últimas, ya de noche, se hicieron muy cerca de Aranga. Todo les llevaba a él. “Pruebas, igual no, pero indicios teníamos muchos”, aclararon los agentes, que pusieron como ejemplo las “contradicciones” en que incurrió Coque cuando declaró, aun como testigo, y otras conductas sospechosas: “Lo más extraño
fue que alquilara una furgoneta –cuatro días después de las muertes– cuando ya tenía una. ¿Qué sentido tenía?”.

“Pruebas igual no, pero indicios, muchos”, afirman los agentes de la Policía Judicial

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