Reportaje | La “alcabala” de la ciudad con más arcos medievales de Galicia

Reportaje | La “alcabala” de la ciudad con más arcos medievales de Galicia

Después de que Alfonso IX autorizase el cambio de emplazamiento de la villa de Tiobre al Castro de Untia para, entre otros motivos, garantizar la seguridad de sus ciudadanos, a la muralla betanceira la ha envuelto siempre el misterio, desde el primer “cercado”, alrededor de la croa, hasta la demolición de A Porta da Vila en 1865, e incluso el actual 2018.
En este momento –además de los cuatro arcos de entrada– son pocos los puntos del muro que permanecen al descubierto, mientras que el mito se mantiene en cada detalle, en cada inmueble y en cada pared del entorno monumental de Betanzos.
Las puertas –cuatro y un postigo– son los únicos elementos apreciables para el visitante, pero lo cierto es que las une un entramado de piedra irregular y pizarra que, siglos después de construcción, sigue actuando como cómplice de la urbe medieval, un trazado de altas torres, palacios señoriales y calles empinadas, y sigue descubriendo los enigmas de la vida de los siglos XIII y XIV.
Además de la derruida de A Vila, las de A Ponte Vella, A Ponte Nova, de O Cristo da Ribeira o de Paio Formoso, y de O Hórreo convierten la capital mariñana en la ciudad que conserva más puertas medievales de Galicia. Su conservación implica ciertas “alcabalas”, imprescindibles para preservar su vasto patrimonio en vísperas del ansiado “800 Aniversario”.
De la muralla sólo se pueden observar –al menos de manera directa, sin obstáculos ni arrimos– los cien metros de O Valdoncel. Después están aquellos tramos, ocultos entre patios y huertas, que tienen el privilegio de contemplar quienes habitan las viviendas adosadas al muro, en las calles Travesa, donde aún pueden verse los restos del adarve de un primer muro, de Os Prateiros...

Convivencia
En cuanto al segundo recinto, para cuya distribución no se modifició ni un ápice la estructura natural del castro, se mantienen, denominaciones como A Cerca y vestigios como los hallados entre As Monxas y A Fonte de Unta.
Los betanceiros han aprendido a convivir con los arcos sin apenas darse cuenta de que ellos y sus coches atraviesan muros contruídos en el siglo XIV. Entran y salen una y mil veces cada día, sin paradas ni consideraciones especiales, sin advertir de que hubo un tiempo en que el cierre de las puertas provocó protestas, quejas y hasta movilizaciones, sobre todo, desde aquellos sectores que, viéndose obligados a desarrollar sus tareas más allá de los puentes, en los campos, las huertas de los alrededores, tenían que pasar la noche fuera de casa al toparse con una ciudad cerrada a cal y canto al regreso de una dura jornada en época de siembra o recolección, a orillas de los ríos Mandeo o el Mendo.
Hace sólo dos siglos, en la primera mitad del XIX, una petición popular, elevada a pleno por sus representantes, proponía las diez de la noche como la hora más adecuada para cerrar y así posibilitar la entrada de agricultores, carros y ganado, alcanzando el acuerdo definitivo un 10 de enero de 1840. Todo un avance en el proceso de modernización de Betanzos. l

Reportaje | La “alcabala” de la ciudad con más arcos medievales de Galicia

Te puede interesar