“No quiero ni pensar en la posibilidad de que el CIEC pueda cerrar algún día”

“No quiero ni pensar en la posibilidad
de que el CIEC pueda cerrar algún día”
La artista, con una de las obras que muestra en Lanzós Patricia G. Fraga

Diana Aitchison (Escocia, 1953) expone hasta la semana que viene en el Café Lanzós de Betanzos. La muestra se completa con una selección de su obra más reciente, cinco creaciones de dimensiones considerables –puntas secas, corborundos y aguafuertes– y cinco extraordinarios paisajes de Galicia, Inglaterra y Escocia. Nació rodeada de artistas –es sobrina de Craigie Aitchison, de la Escuela de Londres, y su madre también pintaba– y convive con uno de ellos –está casada con el célebre Tim Behrens, con quien se asentó en A Coruña hace más de veinte años– pero sus influencias van desde Rembrandt o Seurat, Goya o Van Gohg a Hercules Seghers, pasando por Camille Corot o William Havel.
En 1997 descubrió el CIEC (Centro Internacional de Estampa Contemporánea) y, transcurridos casi dos decenios, es una de sus alumnas más aplicadas, entregada colaboradora y admiradora del promotor de este espacio único, el betanceiro Jesús Núñez. “Es como estar en el campo, cada uno en su parcela respetando al compañero”, comenta Aitchison.
Porque a Diana le gusta el aire libre “como a los impresionistas” y, aunque reconoce la importancia de la técnica, insiste en que “lo que más pesa es la inspiración”, y esta es abundante en Galicia. Porque los paisajes de Diana son recuerdos, testimonio de la realidad vivida “en la tierra adoptada o en la campiña inglesa de su infancia”, comenta su amiga, la también artista Anne Heyvaert.
Sobre la matriz, con carborundo y barnices, traza esbozos de sus paseos, de vistas como la que cada día contempla de Betanzos desde el santuario da Angustia. Defiende que el artista ha de ser disciplinado, pero que la disciplina se aprende y se convierte en una costumbre, como la de transitar por las calles de Betanzos. Así que no quiere ni imaginar la posibilidad de que el CIEC eche el cierre: “El día que ocurra, si es que ocurre, pensaré, pero por ahora no quiero pensar, no se puede vivir así...”, resume Aitchison.
Lo que más le gusta del centro, donde descubrió el grabado, es su luz y su ambiente, y las oportunidades que ofrece para aprender de otros, “porque del desconocido también se aprende y es un ejercicio fantástico beber de quienes sienten verdadero amor por la pintura”.

“No quiero ni pensar en la posibilidad de que el CIEC pueda cerrar algún día”

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