En A Magdalena fueron felices y comieron... cacahuetes

En A Magdalena  fueron felices y comieron... cacahuetes

El Lunes de Pascua, la Festa da Magdalena, marca el inicio del calendario festivo de los barrios y parroquias de Betanzos. Esta vez, además, por todo lo alto, con los tradicionales postres a base de frutos secos y el estímulo necesario por parte de la Asociación de Veciños da Condomiña-A Magdalena que, tras varias décadas en suspenso, decidieron poner toda la carne en el asador –y nunca en un sentido más literal– y recuperar una tradición que, pese a languidecer en las calles, sobrevivió al paso de los siglos en todas y cada una de las casas de un barrio que, desde la Edad Media, ha sido testigo de la historia de Betanzos.

Fue lazareto y es ejemplo de la arquitectura popular e industrial de la Ciudad de los Caballeros. En A Magdalena, extramuros, tuvieron lugar algunos de los acontecimientos clave para As Mariñas y para España. Leprosería en el XIV, fue la ubicación elegida por Marcelino Etcheverría para expandir su negocio de curtidos en 1837 y, casi un siglo después, en 1936, se convirtió en campos de concentración de presos republicanos. En la lista de prisioneros, la mayoría de origen catalán, figuran el abuelo del exlehendakari Ibarretxe o el mismo Vicente Ferrer.

En A Magdalena, y por extenión en muchas casas de Betanzos, el Lunes de Pascua se comen cacahuetes, higos y pasas, y se bebe “viño do país”, pero, sobre todo, se hace memoria de otras épocas de las que solo se conservan la esencia, las costumbres y una capilla con una espectacular imagen de San Lázaro y otra, en el retablo principal, de María Magdalena.

El templo abre sus puertas cada Lunes de Pascua, pero el de este año fue especial. Un par de días antes, el sábado, en las inmediaciones del colegio, la asociación de vecinos celebró una gran churrascada, en la que tampoco faltaron el “Bolo da Madalena” a base de pan, cebolla y chorizo, los cacahuetes y el mistela. Los niños del barrio disfrutaron de una tarde de juegos y, de la mano de sus padres y abuelos revivieron una tradición que, gracias al empeño de un grupo de residentes, podría no volver a perderse nunca.

En A Magdalena fueron felices y comieron... cacahuetes

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